El insumo con el que se genera cerca del 70% de la energía eléctrica en México es el gas natural. Casi la misma cifra, 70%, es lo que se tiene que importar de gas natural para satisfacer la demanda del sector público y del privado en México. De esos dos simples datos se sigue que la supuesta “autosuficiencia energética”, tan cacareada por esta administración, no se circunscribe a producir más gasolina. Pero también se sigue que, casi por razón de Estado, México debería poder almacenar cantidades significativas de gas natural para poder enfrentar imprevistos, como ejemplificó la reciente caída de las exportaciones texanas.

Los países europeos que no producen gas natural lo almacenan en, por ejemplo, yacimientos de gas o petróleo ya agotados, o, para dar otro ejemplo, lo procesan para poder almacenarlo o transportarlo en estado líquido (gas natural licuado). Así es como esos países cuentan, en promedio, con un aprovisionamiento por más de cien días en caso de una crisis. ¿Y en el caso de México? No alcanza ni para dos días lo que se puede abastecer, mediante gas natural licuado, desde los puertos de Altamira, Ensenada y Manzanillo.

Los proyectos para el almacenamiento subterráneo del gas natural, que ya estaban perfilados en la administración anterior, fueron desechados por la actual administración probablemente tanto por ignorancia supina como porque se requería inversión privada. Aunque ahora sí, ahogado el niño a tapar el pozo: acaba de anunciar el gobierno que retomará los proyectos de almacenamiento de gas natural.

¿Qué ha sucedido, por otro lado, con la producción nacional? El llamado gas natural asociado es el que está mezclado con el petróleo crudo (u otros hidrocarburos) cuando éste es extraído. Aunque también existen yacimientos de gas en estado libre, Pemex no lo busca por sí mismo, al ser más rentable la extracción del aceite. Dada la caída en la producción de petróleo desde el sexenio anterior, la producción nacional de gas natural también se ha reducido.

Ahora bien, el petróleo crudo y el gas pueden estar en yacimientos tanto convencionales como no convencionales. Estos últimos son llamados así porque los hidrocarburos no descienden de las rocas donde se generaron si éstas son poco permeables, al contrario de lo que sucede en los yacimientos convencionales. Por tanto, para poder liberar los hidrocarburos deben microfracturarse las rocas de manera hidráulica (fracking en inglés).

México ocupa el sexto lugar mundial entre los países con mayores reservas en yacimientos no convencionales; el monto de las reservas es de hecho similar al de Canadá y no lejano al de Estados Unidos (quienes tienen las mayores reservas son China y Argentina). Por otro lado, la fracturación hidráulica está prohibida en algunos países, especialmente europeos. La razón más común que se esgrime es que se emplea demasiada agua en el proceso, aunque ésta pueda ser residual y pueda reutilizarse varias veces.

“No vamos a usar el famoso fracking”, declaró Andrés Manuel López Obrador en octubre de 2018. “Estamos echando a andar plantas de combustóleo, plantas con carbón para enfrentar la emergencia”, declaró López Obrador la semana pasada. Además de que su uso es más eficiente en términos energéticos, el empleo del gas natural es, por mucho, menos nocivo para los seres humanos que el combustóleo y el carbón.

Profesor del Tecnológico de Monterrey

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