Al día siguiente de haber conocido a Víctor Manuel, a la famosa conductora de televisión Inés Gómez Mont le llegó a su casa un reloj con las iniciales AP. El mensaje de él decía: con mis iniciales. AP de Álvarez Puga. AP de Audemars Piguet, la marca de relojes más cara del mundo.

Era su momento de gloria: contaba con dos aviones privados Hawker y Gulfstream, un helicóptero Augusta, casa en Acapulco, la torre Impulso en la Ciudad de México, departamentos en Miami y Nueva York, y presumía que en sus esquemas de subcontratación tenía enrolados a un millón de empleados (Amazon tiene la misma cantidad). Compró en Miami la casa que era de la cantante Cher por más de 12 millones de dólares y se construyó una asombrosa mansión en la exclusiva zona de Rancho San Francisco de la capital mexicana.

Álvarez Puga y Gómez Mont tenían muchísimo dinero y les gustaba que se notara: un breve paseo por las redes sociales de ella son un desfile de vestidos, joyas, relojes, bolsas (aparecen unas Birkin de piel de cocodrilo, valuadas en más de 2 millones de pesos), viajes, propiedades, escoltas, coches, nanas, chefs. Las boutiques de las marcas más exclusivas hacían cita en su casa para llevarle a domicilio las nuevas colecciones. Compraba de todo.

El problema no es tener dinero, sino de dónde sale. Y ahí es donde esta historia de amor y éxito empresarial tropieza: hoy, Inés Gómez Mont y Víctor Manuel Álvarez Puga, a quien sus amigos le dicen “Mai”, son prófugos de la justicia, acusados por el gobierno de haberse robado 3 mil millones de pesos el sexenio pasado.

La historia de Álvarez Puga, chiapaneco de modesta cuna, empezó de la mano de Sergio Castro López, conocido como el “rey del outsourcing”. Ahí aprendió el esquema y luego se independizó. Si Castro era el rey, Álvarez Puga se volvió el príncipe heredero.

Navegó por sexenios tejiendo certeras relaciones políticas y personales. Siempre se le veía cerca de Ernesto Zedillo hijo, también del hijo de Santiago Creel, alardeaba de su amistad con Hugo Scherer... Y al conquistar a una estrella de la televisión, aquello sólo se potenció: Inés Gómez Mont solía aparecer retratada conviviendo con esposas de miembros del gabinete de Peña Nieto y de gobernadores.

Por un lado las relaciones, por el otro una extensa red de sobornos. Una actividad como la suya —empezó como príncipe del outsourcing, evolucionó a facturero y terminó de contratista del gobierno— siempre tiene un pie dentro de la ley y un pie fuera. Y para no caerse, hay que pagar: a Mai Álvarez Puga se cansaron de extorsionarlo, de sacarle dinero para frenarle procesos en su contra.

Todo lo expresado en esta columna está basado en el testimonio directo de diversas fuentes que vivieron de primera mano esta historia desde distintos ámbitos.

SACIAMORBOS.— Álvarez Puga solía presumir a sus cercanos que aportó 110 millones de pesos a la campaña del presidente López Obrador en el 2018, y que eso le permitía navegar tranquilo. Pero algo pasó, algo cambió “a la mitad del camino”, que todo se le vino abajo. Hay preocupaciones en el círculo íntimo del presidente. También en Michoacán, donde el saliente secretario de Finanzas marchaba de su mano; en Sonora, donde el yerno de la exgobernadora estaba en su entorno; en Oaxaca, con su amigazo Murat; y en Chiapas, donde Salazar Mendiguchía, Sabines y Velasco, lo consintieron.

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