Doha.- En las horas posteriores a la derrota de la Selección Mexicana frente a Argentina, al más alto nivel del futbol mexicano se discutió la posibilidad de despedir de manera fulminante e inmediata al director técnico Gerardo “Tata” Martino.

Ya estaba pactado que El Tata dejaría su cargo terminando la Copa del Mundo de Catar, pero lo que se analizó y debatió esa misma noche y al día siguiente fue la posibilidad de correrlo en pleno Mundial, antes de enfrentar a Arabia Saudita. Era dar un golpe de timón, mandar una señal contundente de que el barco hacía agua y nadie se estaba quedando cruzando de brazos, según fuentes de primera mano.

¿Cambiar el técnico a la mitad del Mundial? La discusión fue si eso en realidad serviría de algo. Desde luego no modificaría de fondo la estructura del equipo ni el sistema del futbol mexicano que tanta culpa se tiene, pero buscaba ser un terremoto, una sacudida indispensable para lograr algo, cualquier cosa, lo que sea para sacar del letargo a una selección que jugaba extraviada, con miedo, sin plan de vuelo. Era por lo menos renovar un contrato de complicidad con la afición, una perspectiva de negocio para los dueños del futbol y un pacto de espíritu en el vestidor que para entonces lucía como una capilla fúnebre. Era darle oxígeno a una selección en terapia intensiva, no necesariamente curar sus males. Motivar, cambiar el ánimo, hacer despertar. Era intentar un efecto como el emblemático discurso del director técnico de Arabia Saudita al medio tiempo de su partido contra Argentina, que derivó en que su desdeñada selección se impusiera al gigante, en lo que se sigue considerando la mayor sorpresa de Catar.

Al final nada cristalizó. Se decidió mantener la calma, que El Tata se fuera en los tiempos en los que estaba originalmente planeado.

El Tata Martino no logró conectar con los directivos, los dueños, los jugadores ni mucho menos la afición.

De hecho, según las mismas fuentes, en enero hubo una evaluación sobre la conveniencia de que permaneciera. En mayo, después de que México no pudo ganar como local a sus rivales de Estados Unidos y Canadá, se discutió de nuevo su salida. Le reprochaban la falta de resultados y los atribuían a su falta de cercanía con el futbol mexicano y sus protagonistas. Que no interactuaba con los personajes claves de pantalón largo y corto, que pasó larguísimas temporadas fuera del país, que no se hizo mexicano de corazón, que no echó raíces.

En los partidos de la selección mexicana en Catar, cuando se anunciaba su nombre en el sonido del estadio, la afición verde contestaba con un sonoro abucheo. También cuando decían el nombre de Rogelio Funes Mori, cuya convocatoria se volvió símbolo de las decisiones de Martino rechazadas por el público. En cambio, los demás integrantes eran recibidos con rabiosos aplausos y vítores.

El resultado de ayer ―el peor desempeño de México en el mundial en cuatro décadas― debería ser un terremoto. Ya veremos la lista de daños y damnificados.

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