Por lo visto en el cierre de 2021, el gobierno del presidente López Obrador tiene prioridades político-electorales muy claras para el año que comienza.

En cambio, sus prioridades de gobierno son más difusas, envueltas en grandes propósitos declarados y lemas pegajosos pero sin objetivos concretos de resultados. Los pendientes más claros no parecen estar en la lista de temas importantes para la administración.

Los propósitos mejor definidos son lograr la consulta de “revocación de mandato”, llegar a las elecciones de gubernaturas de 2022 con el gobierno movilizado como partido y seguir administrando el proceso interno en Morena rumbo a la sucesión presidencial. De paso, no cejar en la intención de llegar a 2023 con un INE que pueda ser controlable, guiable, desde Palacio Nacional.

En ese terreno no hay dudas para el presidente ni para sus colaboradores. Todos en el gobierno y el partido oficial tienen claros los deseos del mandatario y se esmeran en complacerlo.

En los pendientes de gobierno sí parece necesario deletrearles la lista de temas en los que urgen resultados positivos: violencia e inseguridad pública, crisis sanitaria y de los servicios públicos de salud, y desaceleración económica, retroceso en inversión (privada y pública, nacional y extranjera) y creciente carestía.

De esto poco se habla en la comunicación oficial y lo que se dice es vago y propagandístico.

No sirve decir que se logró salud gratuita para todos si las personas sin acceso a los servicios públicos pasaron en este gobierno de 21 millones a 36 millones. No sirve decir que se domó la pandemia si somos el cuarto país del mundo en muertes. No sirve decir que “ahorramos como nunca” si persiste el criminal desabasto de medicamentos.

No sirve decir que hoy la prioridad son los que menos tienen si son los más golpeados con la política económica y con un presupuesto enfocado a los grandes proyectos del presidente y a la repartición de dinero con propósitos clientelares, sin transparencia y con criterios electorales más que sociales.

No sirve agitar el pañuelito blanco si cada día crece la lista de familiares, amigos, aliados y subordinados del presidente involucrados en actos de corrupción y protegidos por la impunidad decretada para ellos por el propio mandatario.

No sirve decir que tenemos el presidente más humanista si lo único que le importa es que se le alabe, se le diga que es el mejor de la historia y hasta se le hagan estatuas, si los resultados de su administración son desastrosos.

Los cuentos no cambian las cuentas.

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