Ayer se les vio muy aplaudidores, juntitos todos en la mañanera. Cada que pueden, firman un desplegado para mostrar unidad. En realidad, las gobernadoras y los gobernadores de Morena están divididos en torno a la sucesión presidencial y varios están hartos de cómo los trata presupuestalmente y hasta políticamente el presidente de México.

En lo político, mandatarias y mandatarios que apoyaron a Adán Augusto López —sobre todo— y a Marcelo Ebrard cuentan en las sobremesas que la candidata Claudia Sheinbaum los tiene en la congeladora. Los maltrata, los ningunea y los castigó en el reparto de candidaturas. Gobernadoras y gobernadores —no todos, pero sí suficientes— están enojadas con su candidata. Hacia afuera todo son sonrisas, pero hacia adentro hay rencor.

Y ahí se liga la otra queja. La presupuestal. El presidente López Obrador ha despojado a los gobernadores de todo margen de maniobra presupuestal. Siéntese con cualquiera de ellos(as) a tomar un café y le va a contar que no tiene presupuesto para hacer nada, no tiene dinero para hacer las obras y programas que consideran importantes, que nada más aparece algún ahorro o algún remanente AMLO se lo lleva para financiar sus caprichos. Que si la refinería, que si el tren, que si los aeropuertos. Esto ha secado las arcas estatales y ha dejado a los gobernadores sin capacidad de dejar huella propia. Todo para el presidente.

El caso de los presupuestos de salud es marcadamente tenso entre estados y federación. Desde que entró a controlar todo el IMSS-Bienestar —¡y cuidadito con aquel gobernador que se niegue!— les quitó todo el presupuesto que solían dirigir los gobernadores. Era de lo poco que tenían para operar. Ante ello, algunos se atrevieron a rebelarse, como el michoacano Alfredo Ramírez Bedolla, quien de plano madrugó a las autoridades federales y firmó contratos multianuales para que el presidente no pudiera meterle mano al dinero de la salud de su estado.

Varios gobernadores no quieren que, si gana Claudia Sheinbaum la elección presidencial, las reglas sigan siendo las mismas. Y ella no les ha dado ninguna garantía. No sé si hay alguien del equipo de Xóchitl Gálvez capitalizando este descontento y buscando llegar a pactos político-electorales con los gobernadores, una suerte de oferta que les pueda resultar atractiva: si apoyas a Xóchitl y gana, tú vas a ser mandatario de oposición, vas a ser tu propio jefe y vas a tener mucho poder frente a la presidenta (como sucedió con los gobernadores del PRI, que se volvieron virreyes en tiempos de las presidencias de los panistas Fox y Calderón); en cambio, si gana Claudia, vas a seguir sometido.

En cualquier caso, el descontento de gobernadoras y gobernadores ahí está. Y crece conforme se acerca la elección y se agota el sexenio.

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