Opositores y críticos del presidente López Obrador están cayendo en el mismo error que él. Han extendido un cheque en blanco a los despreciados por el obradorismo y los han transformado de villanos a héroes, de un plumazo. Esto puede ser un boomerang político.

Desde hace años, a López Obrador se le reclama la fiereza con la que es capaz de fustigar a sus rivales y el candor con el que trata a sus aliados, aunque tengan los expedientes más negros. La máxima es sencilla: si te alineas conmigo, se te perdonan todos tus pecados. El ejemplo más escandaloso es Manuel Bartlett, considerado históricamente por la izquierda uno de los personajes más siniestros de la política, acusado de toda suerte de delitos, quien sin embargo ha encontrado abrigo en el presidente y los suyos… porque se pasó de su lado. Ya nada se dice de su pasado, y ahora en medio del debate de la contrarreforma energética, incluso lo glorifican como patriota confiable al que se le encomiendan los bienes nacionales. Como Bartlett, hay muchísimas figuras más a nivel nacional y local que obtienen indulgencia plenaria y santificación inmediata por el puro hecho de sumarse a eso que apodan “4T”.

En la esquina de enfrente al presidente AMLO están cometiendo el mismo error. En las últimas semanas se ha registrado la purificación exprés de dos de los más cercanos colaboradores del primer mandatario: Santiago Nieto y Arturo Herrera. Amplios sectores de la oposición y la opinión pública crítica del presidente los han perdonado, embellecido, dotado de virtudes que aparentemente estaban escondidas y colocado en el pedestal de las víctimas de los abusos del obradorato.

Esos mismos sectores consideraban hasta hace unos días que Arturo Herrera era simplemente un tomador de notas de la voluntad presidencial, un funcionario público de perfil mediano que no tenía personalidad ni voz propia, un secretario de Hacienda incapaz de decirle que no a su jefe y que su llegada al Banco de México implicaba una lesión a su autonomía, el sometimiento de la institución a los caprichos del presidente. Ahora resulta que, después de que el presidente lo humilló públicamente al retirarle la nominación a la gubernatura del Banco de México, Arturo Herrera tiene todos los talentos que no tenía hace dos semanas.

Lo mismo sucede con Santiago Nieto. El hombre que hasta hace unos días era algo así como el arma política favorita del presidente, el ejemplo más nítido del uso de las instituciones para fines electorales y personales, el garrote amenazador del régimen contra cualquiera que se atreviera a cuestionarlo, es hoy elogiado como un eficiente funcionario que tuvo resultados espléndidos en la Unidad de Inteligencia Financiera, que combatió toda suerte de males y que fue víctima de un atropello de un presidente que abusa sistemáticamente del poder y que lo castigó nomás por casarse en un pueblito guatemalteco.

Probablemente la verdad sobre estos dos personajes, como muchas otras veces, se encuentre a la mitad del camino. Pero en lo que se encuentra, la purificación exprés ya se dio… a cambio de nada: Santiago Nieto y Arturo Herrera no se han pasado a las filas de la oposición ni de la crítica. Y en una de esas, López Obrador los rescata, los reacomoda… y ya van a estar purificados.

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