Sólo los muy cercanos despachan en Palacio Nacional. En el cuarto piso, donde está oficina de la esposa del presidente, tenía su espacio Gabriel García Hernández, el hombre que durante años fungió como operador financiero y electoral de Andrés Manuel López Obrador. Él manejaba el dinero de las campañas, él hacía la operación electoral, él seguía controlando los recursos “para el movimiento”.

En varios días pasados, en estas Historias de Reportero, he detallado las relaciones de negocios que estableció Gabriel García con distintos empresarios para irlos canalizando a algunos de los más jugosos contratos del gobierno.

Sus tentáculos llegaron también hasta Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex), el organismo gubernamental que sustituyó a Conasupo, dedicado a vender a la gente más necesitada artículos de primera necesidad (Diconsa) y leche (Liconsa) a precios baratos. Gabriel García colocó a René Gavira como director de Administración de Segalmex, para poder tener dominio sobre el nutrido presupuesto de la institución. Y de ahí, a hacer negocio: el plan era que todas las tienditas que antes pertenecían a Diconsa y Liconsa tuvieran una terminal de punto de venta —como las que se usan para pagar con tarjeta de crédito — pero para las obradoristas “Tarjetas del Bienestar”.

Según fuentes del propio gobierno federal, Gabriel García convenció a Ignacio Ovalle de comprar estas terminales. Ovalle fue director de Conasupo en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari y ahora es el director de Segalmex. Querían adquirir 20 mil terminales. Ordenaron para empezar 3 mil.

Para amarrar la alianza, Gabriel García recomendó a la hija de Ovalle en un alto puesto en Interjet, la aerolínea a la que acababa de entrar uno de sus empresarios más cercanos, Alejandro Del Valle, detenido hace unos días en el Club de Industriales de Polanco en la Ciudad de México.

El negocio se les apestó porque intervino la jefa del Servicio de Administración Tributaria (SAT), Raquel Buenrostro: detectó que estaban comprando las terminales a sobreprecio y que además existía una tecnología más amigable y mucho más barata (unos clips, que cuestan diez veces menos). Un problema adicional: muchas de las tienditas de Segalmex están en jacalitos, en casas muy sencillas de señoras que las atienden, en comunidades alejadas, sin conectividad de ningún tipo. Al final, tuvieron que devolver las miles de terminales de punto de venta que habían ordenado. Este asunto está bajo la lupa de la Auditoría Superior de la Federación, me aseguran. Ya veremos.

El brazo de García en Segalmex, René Gavira, fue despedido bajo investigación. En su lugar entró Oscar Navarro… ¡otro alfil de García! Porque a Gabriel García Hernández, por cerca que le exploten las bombas, no le pasa nada. Desde hace tres meses ya no despacha en el cuarto piso de Palacio Nacional, pero disfruta de la impunidad de un escaño en el Senado y de saberse todas las historias de dinero del presidente de México.

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