El presidente López Obrador ya se dio cuenta de que la oposición en el Congreso ha formado un dique. En el Senado lo venían siendo desde hace algún tiempo y en la Cámara de Diputados acaban de pasar su prueba de fuego: rechazaron la contrarreforma energética del gobierno.

Durante el camino a esa estratégica votación, el presidente intentó todo: primero les habló “por las buenas” para que aprobaran su propuesta sin moverle una coma, luego fue subiendo el tono, los acusó de toda suerte de delitos cometidos en el pasado, los tildó de vende-patrias , los amagó con abrir expedientes, y cuando tampoco funcionó eso, los trató de corromper ofreciéndoles embajadas e impunidad a cambio de sus votos.

Ahí ha encontrado López Obrador una veta, una ruta de trabajo: si no puede doblar a los congresistas de oposición, si no puede doblar a los dirigentes de los partidos, intenta doblar a los gobernadores.

Lo hizo para la elección del 2021 y le funcionó. Los gobernadores de Campeche y Sinaloa, y la gobernadora de Sonora, operaron para Morena en las elecciones, entregaron sus estados, y el presidente les pagó con una lujosa sede diplomática.

En este 2022, López Obrador parece repetir la fórmula de buscar en los gobernadores el lado vulnerable de la oposición. Este fin de semana vimos al presidente repartiendo dinero en programas y proyectos a los dos gobernadores de Movimiento Ciudadano: Samuel García , de Nuevo León, y Enrique Alfaro , de Jalisco. Los mandatarios fueron amables con AMLO. El tono de sus discursos contrasta dramáticamente con lo que declaran, por ejemplo, el dirigente nacional de MC, Dante Delgado , o el coordinador parlamentario, Jorge Álvarez Máynez , quienes son duros y constantes críticos de López Obrador.

En el PAN, igual. Los dos gobernadores más populares de este partido son Mauricio Vila , de Yucatán, y Mauricio Kuri, de Querétaro. No tocan al presidente. Sus posiciones públicas contrastan con los fuertes juicios que cotidianamente lanza el dirigente del partido, Marko Cortés .

De unas semanas para acá, lo mismo en el PRI. El dirigente nacional, Alejandro Moreno, ya se animó a lanzarse de lleno contra el gobierno. Su discurso está muy alejado del presidencialismo que permea en los discursos de los gobernadores priistas Omar Fayad , de Hidalgo, y Alejandro Murat , de Oaxaca, por citar dos que van a elecciones en breve.

El tema de fondo es que los gobernadores son en esencia vulnerables por la manera en que funcionan las leyes mexicanas: los gobiernos de los estados dependen presupuestalmente de lo que les mande el gobierno federal y éste tiene una enorme discrecionalidad. Ha sido mala práctica histórica que, si un gobernador se le rebela al presidente, la federación lo castiga por la vía del dinero. Mientras este desequilibrio no se repare, los presidentes de la República ―sean del partido que sean― van a tener ese mismo poder de coerción contra los mandatarios estatales.

Porque de otra forma, lo que se requiere es mucho valor, y no todos lo tienen.

historiasreportero@gmail.com
 

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