Un mes y medio después de que tomó posesión Enrique Peña Nieto, cuando presumía que había logrado abatir los niveles de violencia en el país, transmití las tres horas del noticiario matutino de televisión desde Torreón, Coahuila, epicentro de la violencia. Después de presentar reportajes y enlaces a los diez sitios más violentos de México, de salida me tocó escuchar una balacera en La Laguna. La emisión desmentía el triunfalismo oficial, y por eso irritó al poder y lo hicieron saber.

Durante el sexenio de Peña Nieto, en esta columna revelé la ejecución extrajudicial en Tanhuato, Michoacán, que se volvió uno de los tres expedientes de violación a los derechos humanos que persiguieron a ese régimen en instancias internacionales (junto con Ayotzinapa y Tlatlaya). Después de esta denuncia, empezaron a llegarme al celular una serie de singulares mensajes hechos a la medida para que yo diera clic: era el famoso Pegasus con el que el gobierno buscaba espiar periodistas, activistas, defensores de derechos humanos. En la lista de #GobiernoEspía, publicada en la primera plana del New York Times por su corresponsal Azam Ahmed, estuvimos Carmen Aristegui, Juan Pardinas, Mario Patrón, un servidor, entre otros.

Cuando se fugó el Chapo Guzmán de Almoloya, en el noticiario matutino a mi cargo dimos a conocer en exclusiva los videos internos de la cárcel exhibiendo qué hacían los custodios mientras huía el líder del cártel de Sinaloa, cómo jugaban “Solitario” en la computadora, cómo nunca accionaron las alarmas, una sucesión de irregularidades videograbadas que pusieron en entredicho el discurso oficial de que el capo se había fugado como por arte de una sofisticada magia.

En televisión revelamos que el poderoso gobierno de Javier Duarte en Veracruz descontaba del salario a los trabajadores del Estado y se quedaba con el dinero, revelamos que Roberto Borge en Quintana Roo tenía una aerolínea para su uso personal con cargo al erario y revelamos que César Duarte de Chihuahua había acumulado hectáreas y hectáreas para un rancho personal de dimensiones inimaginables, y desviaba fondos federales para la campaña del PRI estatal. Todo esto, mientras los tres gobernadores priistas estaban en plenitud del ejercicio del poder y Peña Nieto mandaba en Los Pinos.

En radio, en plena campaña presidencial del 2018, publicamos “Ganancia de Pescadores”, un reportaje que exhibía cómo en la Sagarpa se había hecho también una “estafa maestra”. También en radio, cómo privilegiaba el gobierno de Peña a los empresarios atuneros amigos del presidente y hasta financiadores de su campaña. Y en la tele, recuerdo igualmente el reportaje de los terrenos frente al mar que la Sedatu de Rosario Robles había casi regalado a un grupo que tenía vínculos con el PRI.

Apenas unos años después, cuando publico un reportaje adverso al gobierno del presidente López Obrador o lanzo alguna crítica, surgen voces que cuestionan: ¿dónde estabas cuando Peña Nieto bla, bla, bla? Bueno, pues esta columna les puede dar una ayudadita a responder su repetida pregunta.

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