Reunido en Palacio Nacional con los 32 superdelegados y el jefe de ellos, el presidente López Obrador citó un discurso del general Lázaro Cárdenas una vez que reprendió a sus colaboradores. Recordó que el “Tata Lázaro” vapuleó a su equipo y les dijo que cada quién sabía qué hacer, como señalándoles la puerta de salida. Por si el mensaje no era diáfano, le aclaró públicamente a Gabriel García, el jefe de los superdelegados, que el aludido era él. García presentó su renuncia.

Así me lo revelan fuentes de primer nivel. Me informan que el presidente operó personalmente la elección del 6 de junio. Palacio Nacional fue el “cuarto de guerra” de Morena. Desde ahí iba tomando el pulso de cómo iba su partido, definía candidaturas, afinaba la estrategia, veía encuestas.

Por eso le enojaron la derrota en la Ciudad de México y que no alcanzó la mayoría calificada en la Cámara de Diputados. Por eso el áspero despido de Irma Eréndira Sandoval que boicoteó a Salgado Macedonio, el desprecio a Ricardo Monreal que la jugó contra Morena en la alcaldía Cuauhtémoc y el rudo trato a su operador estrella, Gabriel García. Y en el camino, su pleito con la clase media y su renovada calumnia a los periodistas con una nueva sección en sus conferencias matutinas.

Veo a un presidente desesperado que ya se dio cuenta que no va a transformar al país, que su modelo de gobierno ya fracasó. No hay un resultado real que presumir. Sus políticas fallaron. Él mismo ya se dio cuenta que eso de “Cuarta Transformación” será, cuando más, sólo un apodo con el que se referirá a su administración.

Agrede a los periodistas porque el periodismo le va ganando la partida. Porque desde el periodismo se ha exhibido lo que él, con el enorme esfuerzo físico y económico de tres horas cada mañana, está intentando que nadie vea. A futuro veremos un presidente más enojado, más desesperado, con menos control de la agenda de discusión. No hay bestia herida que no intente pegar los últimos mordiscos. Es metáfora. Cuando el presidente mismo adelanta la sucesión es porque sabe que ya perdió, que ya se le acabó. El presidente está derrotado. Ya sólo queda el líder de partido.

Por eso en su informe de ayer no habló como presidente ni como jefe de Estado: habló como líder de Morena.

Dedicó un tercio del discurso a hablar de los resultados electorales. Explicó hasta cuántos distritos ganó. Que hubo compra de votos, pero poquita. Que no hay masacres, que no hubo acusaciones de fraude, presumió su mayoría (no calificada), chantajeó con los programas sociales, insultó a la alianza opositora y dedujo que venció a empresarios, intelectuales, periodistas, dueños de medios de comunicación y dirigentes de la sociedad civil, alineados en una supuesta conspiración en su contra.

SACIAMORBOS

En el gobierno federal ya se dieron cuenta de que no pueden resolver el desabasto sin comprarle medicinas a la farmacéutica Pisa, pero no quieren hacerlo directamente porque el presidente AMLO ha dicho que es corrupta. Entonces ya están organizando una red de intermediarios: el gobierno compraría medicinas de Pisa a los intermediarios, no a la farmacéutica. El reino de la simulación.

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