Si este artículo se llamara “La visión geopolítica del presidente Andrés Manuel López Obrador”, tendría que ser una página en blanco. Al mandatario mexicano no le importa lo que pasa en el mundo ni entiende el papel de México en el concierto internacional.

México ocupa actualmente un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU, es miembro del G-20, es líder de América Latina, es el lugar 14 en población, la economía 15 en tamaño, tiene una frontera de 3,000 kilómetros con la potencia más grande del mundo, y goza de tratados comerciales con Estados Unidos y Europa. Es decir, México es un jugador sumamente relevante en el tablero internacional.

Sin embargo, López Obrador nunca ha sido capaz de aquilatar y entender ese papel.

Un dato que lo exhibe: ayer, el día en que Rusia bombardeó Ucrania y puso a la humanidad al borde de la Tercera Guerra Mundial, el presidente de México le dedicó al asunto 5 minutos de su conferencia de prensa matutina, que duró una hora y cuarto.

¿De qué habló el presidente? De las narcoseries, del drenaje de Acapulco, de cómo el expresidente Calderón ocultó el incendio en la guardería ABC de Sonora hace 13 años, de cómo el expresidente Peña Nieto ocultó la desaparición de los 43 de Ayotzinapa hace 7 años; atacó a los medios de comunicación, insultó a periodistas y pidió a varios revelar sus ingresos, se quejó de que el INE no va a poner muchas casillas para su anhelada consulta de revocación de mandato, insultó a los consejeros del INE, prometió que ya va a quedar el libramiento ferroviario en Nogales y les hizo a los reporteros un tour por Palacio Nacional.

El presidente ha devaluado la presencia internacional de México. Su visión es pequeña y sus posicionamientos, tibios. Y no es que no se quiera meter en asuntos de otros países. Esa es una más de sus mentiras: ha defendido a Evo Morales en Bolivia y a la izquierda en Perú, ha insultado al gobierno de Panamá y al de España, también al de Austria, está enamorado de la dictadura castrista en Cuba y dispensa el mejor de los tratos al dictador de Nicaragua. Su política exterior es como de trova contestataria.

Fascinado con los autócratas —y Vladimir Putin es un ejemplar notable de esa casta—, López Obrador decidió no condenar personal y directamente a Rusia por lo que hizo en Ucrania. Sólo se manifestó contra la guerra y a favor de la paz. Esta tibieza caerá de nuevo mal en nuestro principal socio comercial y vecino, Estados Unidos, cuyo presidente ha estado tratando de armar la más robusta coalición internacional para condenar las acciones de Putin. Al final, casi 24 horas después de iniciada la ofensiva, México condenó la invasión a través de la Cancillería, pero el titubeo no habrá pasado inadvertido.

SACIAMORBOS

Y en medio de tanto divagar en la mañanera, una confesión presidencial: la FGR le pidió permiso para entregar al INE el expediente de su hermano Pío López Obrador. Ya saben, esa fiscalía “autónoma e independiente”.

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