Los cuatro consejeros que impulsó al INE han denunciado que la reforma electoral es un retroceso democrático y ya los descalificó. Carmen Aristegui moderó la presentación del libro de Lorenzo Córdova y Ciro Murayama respaldando al INE, y fue acusada de traidora. A Proceso, que tiene como accionista a su exconsejero jurídico Julio Scherer, lo ha tildado de medio de comunicación al servicio de los conservadores. Se le voltearon tres de los cinco ministros que tenía en la Suprema Corte. A la UNAM , su trampolín por décadas, ya le dijo que es de derecha.

Se fue decepcionada y maltratada Tatiana Clouthier, su coordinadora de campaña y luego secretaria de Economía. El hombre a quien López Obrador escogió para ponerle la banda presidencial el histórico día de su toma de posesión, Porfirio Muñoz Ledo, ha declarado que este gobierno está aliado con los cárteles del narcotráfico. Lo dejó su primer secretario de Hacienda, el doctor Carlos Urzúa, y se volvió un crítico feroz del gobierno. Se fue su secretario del Medio Ambiente denunciando conflictos de interés. Renunció Germán Martínez al IMSS y ahora es un duro senador independiente. La senadora Lilly Téllez era su defensora a ultranza, la presumía entre sus filas en los mítines, y hoy es presidenciable de la oposición. A Olga Sánchez Cordero, la secretaria de Gobernación de la que tanto alardeaba, la relevó por denunciar la corrupción en Palacio Nacional. Su primera embajadora en Estados Unidos, Marta Bárcena, es también crítica de las políticas oficiales. Es aún más crítico su cónyuge y tío de la esposa del presidente, Beatriz Gutiérrez Müller, el periodista y diplomático Agustín Gutiérrez Canet. Ricardo Monreal , presidenciable de Morena y líder del Senado, ha pintado su raya mil veces. Tonatiuh Guillén fue uno de los primeros que se fue, cuando vio que el Instituto Nacional de Migración se puso al servicio de Trump. Jaime Cárdenas, el hombre que entró a limpiar la corrupción obradorista en el Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado, renunció porque lo querían obligar a violar la ley. Vamos, aunque con candor, hasta Elenita Poniatowska ha encendido focos rojos en materia de cultura y democracia.

Los priistas, a los que había roto, recompusieron la alianza de partidos de oposición y le votaron en contra su reforma electoral. Dante Delgado sacó a su partido de la coalición que postuló dos veces a AMLO a la Presidencia y apenas ayer anunció un “Colectivo por México” para hacer contrapeso al autoritarismo de López Obrador. El ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, referente de la izquierda y cuyo hijo Lázaro es el coordinador de asesores de Presidencia, ha cuestionado el rumbo del obradorato.

Arrepentidos de haber votado por él siguen brotando: en el mundo intelectual, en el medio artístico, entre científicos, cineastas, ambientalistas, defensores de derechos humanos. Cada vez son más los que ven en primera fila el desastre de gobierno y optan por hacerse a un lado. Y faltan 20 meses, los más duros. El presidente no es capaz de entender por qué se van tantos y tan importantes, es impermeable a las llamadas de atención de quienes formaron parte de su círculo más cercano, imposible en él un asomo de autocrítica. Por el contrario, responde con soberbia y descalifica moralmente a los que lo dejan decepcionados, asqueados.

Eso sí. Le queda Bartlett.

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