Desde Tijuana / San Diego hasta Matamoros / Brownsville, las políticas migratorias del gobierno de Donald Trump —y la respuesta mexicana o la falta de ésta— han generado una grave crisis humanitaria.

Ello lo reconocen los organismos internacionales de Naciones Unidas y entidades como Médicos Sin Fronteras, al tiempo que en México pareciera que la política es no hablar de la crisis, para que ésta desaparezca por sí misma.

No es una crisis migratoria. Los flujos de personas en movilidad registrados en esa línea limítrofe están muy por debajo de su máximo histórico.

Cada uno de los pares de ciudades en la franja limítrofe norte han vivido estos flujos de personas durante años. A partir de 2019, sin embargo, el gobierno de Trump decidió que México, Guatemala, Honduras y El Salvador deberían acoger y recibir a migrantes y solicitantes de refugio rechazados por ellos. Quizá 99% de las personas querían y siguen buscando llegar a EU, pero Trump tiene otros planes para ellos: si eres mexicano y buscas asilo en la Unión Americana, te envío a Guatemala. A ver quién le encuentra algún sentido a esto.

En Matamoros, Tamaulipas, y Brownsville, Texas, hay dos ‘tent cities’ o ciudades de carpas en campamentos provisionales de solicitantes de refugio. Estos son los hechos que orillaron a las personas a huir de su país de origen: homicidio, ataque, reclutamiento forzoso, inseguridad, persecución, extorsión, violencia, amenaza. Cerca de 70,000 deambulan en las calles de nuestras ciudades fronterizas, entre ellas 14,000 niños y niñas, el sector más vulnerable. Según el informe ‘Sin Salida’ de Médicos Sin Fronteras (MSF), 3 de cada 4 pacientes que han atendido en Tamaulipas y que están bajo el MPP han sido víctimas de secuestro.

Decenas de miles de migrantes y solicitantes de asilo están abandonados a su suerte, haciéndolas víctimas propiciatorias del crimen organizado, para convertir a los hombres en gatilleros, sicarios y halcones, y a las mujeres y niñas en víctimas de la trata de blancas y el tráfico de personas y de órganos.

No sugiero que la crisis tiene fácil solución, pero al menos podría ser administrada. Como lo ha expresado David Miliband, presidente y director ejecutivo del International Rescue Committee (IRC), la crisis humanitaria “va más allá del hecho de que personas desesperadas continuarán llegando a la frontera… lo cierto es que resulta posible para ambos países y ambos gobiernos manejar la acogida a migrantes y solicitantes de refugio de una manera sana, humanitaria y regulada”.

Sin embargo, ello no está ocurriendo. Matamoros y Brownsville lo viven todos los días. Joy Olson, que ha trabajado durante años en estos temas, lo dice así: “Ninguno de los dos gobiernos se hace cargo de los solicitantes de asilo en las carpas en ambas ciudades. Del lado estadounidense despacha una corte estadounidense, que resuelve sobre las peticiones de asilo. Para muchas personas lo que está en juego es su sobrevivencia” https://mexicotoday.com/2020/03/02/opinion-tale-of-two-tent-cities/

El coronavirus vuelve este panorama aún más complejo. Como nos comparte en su reflexión el psicólogo F. Morelli: “La pandemia del coronavirus nos ha convertido, en un abrir y cerrar de ojos, en los discriminados, aquellos a los que no se permite cruzar fronteras, aquéllos que transmiten enfermedades”.

No sabemos si el martes 3 de noviembre se reelegirá Donald Trump o ganará Joe Biden. Los propósitos de abordar las raíces del éxodo han sido una vez más postergados de facto. Mientras el Plan de Desarrollo Integral acierta en la estrategia, carece de dinero, y en contraste América Crece tiene dinero y plantea inversiones desde arriba y desde afuera, pero sin dinamizar la apropiación social del desarrollo.


Profesor asociado en el CIDE
@ Carlos_Tampico

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