La rivalidad entre Estados Unidos y China es uno de los escasos asuntos en que hay consenso bipartidista entre demócratas y republicanos en la política estadounidense.

Sin embargo, en meses recientes parece haberse producido un viraje tanto de parte del presidente Joseph Biden como del líder chino Xi Jinping, para dar paso a una mayor apertura y a un diálogo entre ambos países para buscar un entendimiento.

Los factores irritantes siguen allí:

1. La ‘guerra tecnológica’ por la cual Washington y Beijing luchan por tomar el liderazgo en la investigación y aplicación de nuevas tecnologías para la plataforma 5G y más allá, con implicaciones militares y económicas. Wa- shington prohíbe a empresas estadounidenses usar insumos fabricados en China, e incluso restringe a compañías no estadounidenses sus compras al país asiático.

2. Beijing considera a Taiwán como una provincia en rebeldía, como territorio de China Popular bajo el control de un gobierno renegado. A su vez, Washington ha firmado un tratado para defender a Taiwán o Taipei chino, frente a lo que pueda considerarse una agresión de Beijing. Taiwán es además el mayor productor mundial de semiconductores. Los mismos taiwaneses han vivido esta situación de coexistencia obligada con China continental.

3. China Popular se pregunta porqué Washington insiste en mantener a tantos buques de guerra de la Séptima flota estadounidense, circundado a China, a más de 10,000 km de su territorio continental.

En las últimas semanas se produjo una especie de deshielo: Primero fue el acuerdo en la COP26, con la Cumbre del Clima en Glasgow, en el cual Washington y Beijing se comprometieron a acelerar acciones en esta década crítica de los años 2020s, incluyendo la cooperación en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, para evitar impactos catastróficos.

Adicionalmente, en su reciente conferencia virtual, Xi y Biden relajaron las restricciones para el otorgamiento de visas a los periodistas de cada país.

Con el gobierno de Trump, la estrategia geopolítica de Washington se desentendió de su responsabilidad global y desdeñó el multilateralismo. La salida desordenada de Afganistán produjo el desencanto de muchos aliados de sus aliados en el Medio Oriente y en Asia del Este.

No estamos ante una distensión generalizada. No es así. Se trata en todo caso de una distención parcial, acotada y limitada. No existe una disponibilidad de entrar a un periodo de negociación donde todo estaría sobre la mesa, incluyendo el tema crucial de la proliferación de armas. Sin embargo, ambos lados se dieron cuenta de que estaban elevando los riesgos al antagonizar en múltiples ámbitos. Decidieron entonces bajarle el tono.

Finalmente, la interdependencia entre ambos países hace que los dos pierdan si le apuestan a provocarle daño a su rival. China Popular es el gran poseedor de papeles del Tesoro estadounidense, mientras que Estados Unidos es el mayor consumidor de productos chinos. El bloqueo y los aranceles a la importación de productos chinos a precios competitivos exacerba la inflación y encarece el costo de la vida para los consumidores estadounidenses.

En años recientes las tendencias apuntaban a una nueva guerra fría y un impasse en su rivalidad geopolítica. Hoy el realismo y la defensa propia han hecho tanto a Washington como a Beijing reducir la tensión y optar por el pragmatismo político.

*Profesor asociado en el CIDE. @Carlos_Tampico 

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