En Guatemala, El Salvador y Honduras he visto algo que en México no hemos logrado: escuelas públicas que imparten educación gratuita y de calidad, y que contribuyen a la formación ciudadana con conciencia crítica y de compromiso social.

Son las escuelas primarias, secundarias y de bachillerato de Fe y Alegría (FyA), un movimiento de educación popular integral y promoción social. Si bien las escuelas son promovidas y organizadas como una obra social de los jesuitas, en cada país operan como organizaciones civiles sin fines de lucro, a partir de convenios con el Ministerio de Educación. El 95 por ciento del equipo de trabajo está integrado por seglares, incluidos directivos y técnicos del nivel más alto (https://www.redalyc.org/pdf/270/27029106.pdf).

Fe y Alegría entiende la educación como un bien público, y sus escuelas se ubican en barrios populares y zonas rurales en situación de pobreza y pobreza extrema. La escuela es gestionada con la participación de los padres de familia, que forman parte de la comunidad educativa. Su objetivo fundamental es avanzar hacia el cumplimiento del derecho universal a una educación de calidad –entre sus alumnos están la hija de la trabajadora del hogar, el hijo del puestero del mercadito de la esquina, los hijos de campesinos e indígenas.

¿Qué entiende Fe y Alegría por educación de calidad? (https://bit.ly/3wPO9cC). Ciertamente, no el discurso que puede conducir a una exacerbación del individualismo. La calidad verdadera de la educación se medirá en su capacidad de: enaltecer la dignidad de todas las personas, propiciar la inclusión, la equidad y la justicia social; el respeto por las diferencias y cuidado del medio ambiente y el respeto por la casa común. En todo esto está presente el enfoque de género como eje transversal de la educación.

¿Cuáles son los factores de éxito del modelo educativo de Fe y Alegría? Una infraestructura adecuada, formación docente, capacidad de innovación, un modelo de gestión eficaz, y proveer contenido relevante y materiales para los procesos de aprendizaje y el desarrollo de las destrezas por parte de los estudiantes (https://bit.ly/3d2d0SE). La pandemia ha exacerbado la brecha digital y sobreponerse a ella implica un acompañamiento aun más cercano a estudiantes y familias.

En México, la polarización económica, política y social ha llevado al deterioro de los servicios públicos. ‘Las escuelas de gobierno’ —con muy escasas y honrosas excepciones— son equiparadas a impartir educación pobre para pobres. Convertir a la educación pública en rehén de consignas político-partidistas o sindicales, los aleja de la educación de calidad, y contribuye a perpetuar estructuras de injusticia y discriminación.

El artículo 3º constitucional establece la laicidad y gratuidad de la educación que imparte el Estado mexicano. No sugiero que ello deba cambiar. Pienso, sí, que las alianzas con otros sectores de la sociedad, con el propósito de fortalecer el sistema educativo público, pueden ser muy eficaces para mejorar el acceso de los más pobres a una educación de calidad.

Veámonos en el espejo de Fe y Alegría. El desarrollo más completo posible de las capacidades individuales de niños/as, adolescentes y jóvenes para una vida digna y fecunda: asignatura pendiente, deber ético, tarea ineludible.

Profesor asociado en el CIDE.
@Carlos_Tampico