El 12 de junio fue establecido por la Organización Internacional del Trabajo como día mundial contra el trabajo infantil.

El objetivo es darle fuerza y visibilidad a la lucha contra ese extendido problema social que afecta ya a más de 160 millones de niñas, niños y adolescentes en el mundo y que no para de crecer.

Tan solo de 2016 a 2020 previo a la pandemia se incorporaron otros 8.6 millones al trabajo infantil. La OIT calcula que del 2020 a este año se han sumando 9 millones más.

Es sólo una aproximación ya que la propia OIT corrió un simulacro, una muestra hipotética que como resultado arrojó que esta cifra podría aumentar hasta un total de 46 millones más si no se garantiza el acceso a la protección social esencial.

A pesar de los esfuerzos, las dos primeras décadas de este siglo, se detuvo la caída del trabajo infantil y retomó su crecimiento en los números ya comentados.

Desde el convenio 58 sobre la edad mínima de admisión al trabajo marítimo de 1936, la OIT ha impulsado muchas otras normas internacionales para prevenir, erradicar y acotar el trabajo infantil.

En el ejercicio de tripartismo, gobiernos, trabajadores y empleadores en consenso establecieron normas sobre el tema, particularmente los convenios número 138 de 1973 sobre edad mínima de admisión al trabajo y el número 182 de 1999 sobre las peores formas de trabajo infantil, este último se convirtió en 2020 en el primer convenio de la OIT ratificando universalmente.

México ha ratificado todos los convenios fundamentales de la OIT. Aunque en materia de trabajo infantil nos tardamos 42 años para confirmarlo en el 2015, no es el caso del 182 con su recomendación 190 que México ratifico al año siguiente de su adopción por la OIT, esto es en el año 2000.

En 2015 las Naciones Unidas hicieron un llamamiento mundial para poner fin a la pobreza y proteger el medio ambiente y adoptó la agenda 2030 con 17 objetivos de desarrollo sostenible, el octavo de ellos se refiere al trabajo decente y crecimiento económico.

Cada objetivo se acompaña de metas, y atiende la 8.7 a la adopción de medidas para alcanzar en 2025 la erradicación del trabajo infantil en todas sus formas, evidentemente vamos tarde para alcanzar ese objetivo. La aparición del SARS-COV2 y la pandemia que afectó a todo el mundo nos provocó retroceder en todo, empleos cancelados, crisis económica, inflación y claro la incorporación de más niñas, niños y adolescentes al trabajo infantil.

México no es ajeno, de acuerdo al ultimo modulo de INEGI sobre trabajo infantil, este se encontraba en el 2019 en nivel de 3.3. millones de niñas, niños y adolescentes en condiciones de trabajo, esto representa el 11.5% de la población de 5 a 17 años. El 61% (dos millones) son niños y el 39% (1.3 millones) son niñas, 6 de cada 10, el 60% están en ocupaciones peligrosas expuest@s a abusos de orden físico, psicológico o sexual. Realizando labores bajo tierra, en agua, alturas peligrosas, temperaturas, ruidos o vibraciones perjudiciales.

El aumento del 2016 al 2019 en 800 mil niñ@s nos deja claro que estamos faltando a nuestro compromiso de entregar a nuestras niñas y niños las condiciones que les garanticen ambiente adecuado para su formación y desarrollo en seguridad y dignidad.

Sin duda, nuestro país es pionero en promover derechos para la infancia, desde el texto constitucional de 1917, en el vanguardista artículo 123, donde se plasmó la prohibición del trabajo a menores de 12 años, gran avance en la época, jornada máxima de 6 horas para mayores de 12 y menores de 16, la prohibición también del trabajo nocturno, horas extras y labores peligrosas para menores de 16.

Enseñanza libre y laica , y con estas bases muchos derechos más como la seguridad social con la creación del IMSS en 1942 donde ha nacido cuando menos uno de cada tres mexican@s a partir de entonces.

Llegó la educación obligatoria a alcanzar con lo establecido en la fracción 10 del artículo 3 constitucional, incluso la universitaria.

Un parteaguas para el proceso formativo lo dio la aparición del libro del texto gratuito en 1962 y que desde entonces es una herramienta fundamental en el proceso educativo de México.

Todo esto viene por que ha sido la construcción institucional la que permitió a varias generaciones movilidad social para alcanzar mejor nivel de vida.

El trabajo infantil es una realidad a la que no debemos acostumbrarnos. Mas allá de las cifras debemos detenernos a ver rostros. Los encontramos en mucho lugares, más cerca de lo que pensamos, solo es necesario poner un poco de atención.

En los tianguis o mercados, en la centrales de abastos cargando, el los semáforos o atendiendo algún local. Los hay ocultos en talleres clandestinos y en actividades que los ponen en riesgo.

Las reglas están muy claras y permanentemente hay que señalar y exigir su cumplimiento. Cualquier actividad laboral fuera de la ley debe ser castigada como lo establece desde 2012 la Ley Federal del Trabajo.

El 12 de junio es fecha para recordar el compromiso que tenemos como sociedad para erradicar el trabajo infantil; para insistir que el trabajo de mujeres y hombres debe tener la estabilidad, la dignidad y la remuneración para mantener a niñas, niños y adolescentes en la aulas, preocupados en su crecimiento, libertad, felicidad.

El movimiento obrero seguirá convocando a hacer del trabajo decente una realidad que desemboque en una sociedad que evolucione y esté a tiempo con los desafíos de un mundo vertiginoso y cambiante.

En este tiempo que tanto hablamos de inclusión, de respeto a las diferentes formas de creer, de sentir, de pensar, atrevámonos a incluir también a nuestras niñas y niños, a darles el respeto que tanto reclamamos, a escuchar con atención que piensan, que sienten, que esperan.

Son nuestra mayor riqueza y ser capaces de valorar eso sentará las bases entonces, para un futuro diferente.


*Senador de la Republica.Secretario

General de la Confederación de Trabajadores de México.

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