La violencia política en contextos electorales representa una amenaza significativa para la democracia, afectando no solo a candidatas y candidatos, sino también a la sociedad en su conjunto, lo que repercute negativamente en la participación ciudadana. En las últimas dos décadas, hemos observado una creciente incidencia de esta violencia, manifestándose de diversas formas:
Según datos de Data Cívica, en 2023 se registraron 570 víctimas de violencia política-criminal con 570 ataques a personas e instalaciones en comparación con 540 en lo que va de este año. La mayoría de las víctimas eran personas candidatas o competían por puestos a nivel municipal, donde el 78% de los ataques se concentraron. Desafortunadamente, este intento de infiltrar la política por parte de estos grupos no es nuevo, ya en 2015 los asesinatos de personas precandidatas y candidatas superaron el centenar.
En el transcurso de 2024, Data Cívica ha documentado 30 asesinatos de personas precandidatas y candidatas, 32 amenazas, 14 ataques armados, 37 atentados y 9 secuestros. Los municipios con más ataques a actores políticos también presentan una disminución en la participación electoral; por cada persona funcionaria atacada, la participación se reduce en 3 puntos porcentuales, mientras que por cada candidata o candidato atacado, la reducción es de 1.3%.

Ahora bien, el aumento de la participación política de las mujeres ha traído consigo un incremento en la violencia política de género. Dos de cada diez víctimas de violencia política son mujeres, y el 27% de las atacadas eran candidatas o excandidatas.
El Instituto Nacional Electoral (INE), aunque carece de atribuciones para investigar, colabora con instituciones de seguridad del Estado mexicano. Desde la reforma de abril de 2020, se han implementado diversas acciones para fortalecer la normativa contra la violencia política de género, incluyendo la creación de un registro nacional de personas sancionadas por violencia política en razón de género, la conformación de un informe de quejas y denuncias en materia de violencia política en razón de género, la obligación de los partidos políticos de destinar al menos el 50% del financiamiento público y de tiempos en radio y televisión a candidatas, la integración, junto con META de una guía para enfrentar la violencia de género, la puesta en marcha de un programa piloto de Defensoría de Mujeres, entre varias acciones más.
A pesar de los esfuerzos del INE para prevenir y sancionar la violencia hacia las mujeres, es fundamental que el Estado mexicano redoble sus esfuerzos para asegurar que las elecciones y el ejercicio del poder político no sean vulnerables a la infiltración del crimen organizado. La protección de la democracia y la igualdad de género en la política deben ser prioridades innegociables.