Con cariño al país de origen de mi abuelo Adib

Hace exactamente una semana, a las 18:08 hora de Líbano, 10:08 hora de México, ocurrió una explosión masiva en el puerto de la capital libanesa. En pocos minutos los ciudadanos del mundo contemplábamos impresionados las imágenes que los testigos compartían por redes sociales. Una imponente nube de humo en forma de hongo se levantaba sobre Beirut. La detonación tuvo una energía explosiva equivalente a la décima parte de la de la bomba nuclear detonada en Nagasaki en 1945. La mitad de Beirut fue destruida o afectada, 300,000 personas quedaron sin hogar, y al momento de escribir este artículo se reportaban al menos 163 muertos y más de 6,000 heridos.

Aún afligidos por la irreparable pérdida de sueños y vidas, libaneses y extranjeros comenzamos a elucubrar sobre las posibles causas de la tragedia. En medio de los recientes enfrentamientos entre Israel y Hezbollah en el sur de Líbano, ¿habría sido esta catástrofe responsabilidad de Israel? Poco después el Primer Ministro libanés, Hassan Diab, declaró que se trataba de la explosión de 2,750 toneladas de Nitrato de Amonio que se encontraban almacenadas en el puerto de Beirut desde hacía seis años, después de haber sido confiscadas al barco ruso MV Rhosus.

Tras una mala implementación de los Acuerdos de Taif, que marcaron el fin de la guerra civil libanesa, las cuotas confesionales -empleadas inicialmente con el fin de mantener un equilibrio de poder entre chiitas, sunitas, cristianos, drusos y cada una de los 18 diferentes grupos confesionales reconocidos en la constitución-, se corrompieron provocando no una separación de poderes sino una repartición de poderes. Hoy no sólo el poder legislativo, sino la burocracia libanesa en su conjunto, se define basada en acuerdos de las cúpulas político-confesionales y una oligarquía rentista que se ha mantenido por décadas en el poder.

El 17 de octubre de 2019, Líbano fue escenario de un histórico levantamiento social, la población se volcó a las calles para protestar ante el creciente desempleo, los ineficientes servicios públicos, el aumento del costo de vida y la indignante desigualdad. Bajo el grito de “todos significa todos”, libaneses de diversos orígenes sociales y credos religiosos, pedían la renuncia, no de un gobernante, sino del conjunto de la clientelar estructura política. Desde entonces, la situación económica ha seguido deteriorándose: una terrible devaluación de la libra libanesa, escasez de liquidez que ha llevado a los bancos a imponer restricciones draconianas para el retiro de dinero (una versión libanesa del corralito argentino de 2001) y el anuncio de default por parte del gobierno libanés ante sus acreedores.

La explosión de la semana pasada dejó al descubierto la absurda negligencia del gobierno libanés ante un riesgo de enorme magnitud. Las teorías sobre una posible intervención extranjera dejaron de ser relevantes, pues aún en dicho escenario la tragedia no hubiera sido posible si las autoridades libanesas hubieran tomado acciones oportunas.

La explosión es el epítome de un gobierno corrupto, negligente e incompetente. Una ciudad autodestruida por su propia depredadora clase política. El shock de la población se torno en ira y la ira se transformó en protesta social en las calles de Beirut. Este fin de semana los manifestantes instalaron en forma simbólica guillotinas de madera en las plazas públicas y gritaron al unísono “Día del Juicio”. Las protestas generaron presión al gobierno libanés, lo cual generó la renuncia de Secretarios de Estado y miembros del Parlamento a lo largo del fin de semana y este lunes la renuncia del Primer Ministro, el aliado de Hezbollah Hassan Diab.

Tras la Guerra Civil, Líbano no vivió un proceso de diálogo nacional abierto como el de Sudáfrica o Ruanda, las divisiones religiosas existen. Ojalá que tras el horror que ha vivido la población, venga un momento de unión que no se debilite por los inminentes resultados del veredicto sobre del asesinato en 2005 del entonces Primer Ministro Rafik Hariri. Ojalá que el Líbano que, parafraseando a Churchill, está envuelto en “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor” no desfallezca en el esfuerzo de cambio profundo que ha despertado.

En estos convulsos momentos para el país del cedro, me robo las palabras de la canción “Li Beirut” de la icónica cantante libanesa Fairuz “Un saludo de corazón para Beirut y besos para el mar y los hogares. Para una roca semejante al rostro de un viejo marinero”

@B_Estefan

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