A lo largo de la jornada electoral de hoy solamente los estadounidenses tendrán la posibilidad de votar, pero su decisión tendrá implicaciones para el resto del mundo. En un momento de sendas crisis, sanitaria y económica, el resultado de la elección presidencial estadounidense es de gran relevancia global. Inobjetablemente de ser electo Joe Biden habría un cambio en el tono y las formas de la Oficina Oval pero, ¿tendría esto un efecto mayor en el contexto de la política global? Esbozo aquí pinceladas de los que podrían ser algunos de los cambios más relevantes en la política exterior estadounidense en los escenarios presidencia Trump vs presidencia Biden.
Con independencia de quien llegue a 1600 Pennsylvania Avenue la tarea de política interna será prioritaria dada la crisis actual y la galvanización social que vive la sociedad estadounidense. Sin embargo, podemos esperar que un eventual gobierno demócrata buscaría, a la par de la reconstrucción de la nación americana, reavivar el liderazgo estadounidense y reconstruir la relación con países aliados históricos de Washington. Biden acabaría con la “relación especial” que ha mantenido en los años recientes Donald Trump con líderes como el norcoreano Kim Jong-un, el turco Recep Tayyip Erdogan, el ruso Vladimir Putin o el húngaro Viktor Orban, y retomaría el papel de Estados Unidos como campeón global de los derechos humanos, la democracia y el liberalismo, actitud que podría ser percibida como injerencista en países como Brasil, México o India.
El enfoque transaccional, mercantilista de la política exterior trumpiana ha traído consigo un debilitamiento del multilateralismo en un momento en que el mundo requiere de cooperación global a la altura de los retos que compartimos. Ambos candidatos coinciden en que los organismos internacionales se encuentran en crisis, sin embargo su propuesta para solucionarlo es diferente. Mientras que para Trump la medida preferida es abandonar estos organismos o limitar el apoyo financiero que les otorga EEUU, para Biden la solución reside en invertir en ellos para fortalecerlos desde dentro. De ahí que en una presidencia Biden, EEUU buscaría retomar su liderazgo en el sistema multilateral, se reincorporaría a la Organización Mundial de la Salud y buscaría generar alianzas para impulsar las reformas necesarias al interior de la misma OMS y de otros organismos internacionales.
El cambio climático es sin duda uno de los temas de mayor contraste entre los dos proyectos políticos. En una presidencia Biden (y más aún si el partido demócrata lograra una mayoría en el congreso estadounidense) podríamos esperar que Estados Unidos retome la agenda verde, se reincorpore al Acuerdo de París y erradique las políticas públicas trumpianas que favorecen a las industrias del gas y el petróleo. Incluso, una administración demócrata pudiera ampliar la presión en su área de influencia para cumplir con objetivos medioambientales y aumentar la inversión en energías renovables.
Migración y refugio son temas que también podrían sufrir importantes cambios. Biden ha dicho que incrementaría la cuota de refugiados que acepta EEUU anualmente, la cual en 2020 fue de apenas 18,000 personas, el número más bajo desde que se tiene registro. En cuanto a migración, Biden revertiría absurdas políticas migratorias impulsadas por la administración Trump, tales como “Quédate en México” y “Tolerancia Cero” (principal responsable de la separación de cerca de 6,000 niños migrantes de sus padres, más de 500 de los cuales aún siguen separados de sus familias). Además Biden ha propuesto, habrá que ver si lo cumple, impulsar la impostergable reforma migratoria integral y buscar una solución de fondo a la situación de los jóvenes DACA o dreamers.
En cuanto a la relación entre nuestro vecino del norte y China, es previsible que la tensión en la lucha por la hegemonía global continúe. China es percibido por la mayoría de los estadounidenses como la principal amenaza al liderazgo de su país, y tanto republicanos como demócratas parecen estar alineados en este tema.
Es importante señalar que, sea cual sea el resultado electoral, no es probable que EEUU pretenda volver a las impopulares intentonas de “cambio de régimen” a través de la fuerza militar que, tras el desastre de la intervención en Irak, no cuentan hoy con apoyo popular para llevarse a cabo y por tanto están fuera de la agenda de ambos partidos políticos. Adicionalmente, un gobierno de Biden buscaría terminar con lo que los demócratas describen como “las guerras sin fin”, es decir la presencia de tropas estadounidenses en Afganistán (la guerra más larga en la que se ha involucrado EEUU) y en Irak (que si bien ya no se encuentra en guerra sigue teniendo presencia de efectivos estadounidenses).
En nuestra región, llegada una presidencia Biden se antoja difícil un cambio relevante de la política estadounidense respecto a Venezuela ya que, al suprimirse la opción militar, las sanciones se han convertido en el brazo coercitivo de la diplomacia estadounidense sin distingo de partido. Sin embargo, Joe Biden podría retomar el acercamiento con Cuba impulsado durante la presidencia de Barack Obama, y promover el enfoque de responsabilidad compartida respecto al desarrollo centroamericano, dado que durante la administración Obama fue él quien se encargo de esta labor.
En virtud del espacio resulta imposible abarcar todos los temas, pero no hay duda de que lo que se juega en las elecciones de hoy va mucho más allá de las fronteras estadounidenses y por ello el escrutinio internacional sobre lo que suceda en las próximas horas y días no será menor. Es probable que, al igual que en las elecciones presidenciales estadounidenses de 1960, 1968, 1976, 2000, 2004 y 2016, hoy no conozcamos con certeza quien habrá de ser el próximo presidente de la mayor potencia mundial. No solamente a los estadounidenses, sino al mundo entero le esperan unas largas horas y días. El último que por favor apague las luces de este frenético mundo.