Desde que Joe Biden asumió la presidencia de los Estados Unidos se ha mostrado dispuesto a recuperar el Acuerdo Nuclear con Irán, que él mismo ayudó a construir como vicepresidente en el gobierno de Barack Obama. Conocido como JCPOA (por sus siglas en inglés), el acuerdo fue originalmente firmado en 2015 y preveía que la República Islámica limitara su programa nuclear a cambio del levantamiento de sanciones económicas que habían devastado al país. Pero en mayo de 2018, Donald Trump decidió abandonar el acuerdo y reinstaló las acciones punitivas en contra de Irán, echando a andar una política de “máxima presión”.

El pasado jueves, el Secretario de Estado estadunidense, Antony Blinken, informó que Estados Unidos se incorporará a las negociaciones auspiciadas por la Unión Europea con Irán. Este movimiento diplomático por parte de la administración Biden se dio solamente tres días antes de la fecha límite marcada por Teherán para prohibir cualquier inspección de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), a menos que Washington levante las sanciones reinstaladas por la administración Trump. In extremis, el sábado pasado, dos días después del anuncio por parte de Washington sobre su incorporación a las negociaciones, Irán y la AIEA lograron un acuerdo de corto plazo por el cual la República Islámica se compromete a permitir una “vigilancia satisfactoria” durante 3 meses, lo que significa que si bien seguirá habiendo inspecciones, el acceso de la AIEA a las instalaciones iraníes se limitará, ya que no se permitirán inspecciones sorpresa y no todas las instalaciones nucleares podrán ser visitadas. Este acuerdo en realidad es más político que técnico y busca evitar un rompimiento total entre la República Islámica y la Agencia, que era la pretensión de una controversial ley aprobada en el Parlamento iraní en diciembre del año pasado. De cierta forma, el acuerdo permite abrir una ventana de tres meses para avanzar un acuerdo entre Washington y Teherán.

Los gobiernos actuales, tanto de Irán como de Estados Unidos, parecen tener interés en retomar el diálogo pero las presiones políticas internas complican el camino de la diplomacia que deberá desplegarse para lograr el relanzamiento del Acuerdo Nuclear.

De entrada se avizoran dos retos, el primero es que para volver al acuerdo ambas partes quieren que se tomen en cuenta las críticas hechas a su funcionamiento, buscando lo que se conoce como un “Acuerdo Nuclear Ampliado”. En esa lógica, Washington buscaría incorporar restricciones al programa balístico de Irán, integrar en la negociación a aliados tradicionales de EEUU como Israel y Arabia Saudita, e incluir restricciones al actuar regional de Teherán. Mientras que el gobierno iraní pretendería recibir una compensación financiera por la reinstalación de sanciones por parte de EEUU a partir de 2018 y eliminar del acuerdo la clausula “snap back” que implica el regreso de las acciones punitivas en caso de violación de los compromisos por parte de Irán. De forma que se pretenden abordar temas que parecen no negociables para la contraparte.

Por otro lado, un segundo reto tiene que ver con los tiempos y la voluntad de tomar primeros pasos. Atorados en un catch-22 para iniciar las negociaciones, Teherán pide como condición que primero Washington levante las sanciones económicas contra su país, mientras que Washington pide como condición que primero Teherán revierta sus actividades nucleares y cumpla con los compromisos establecidos en el JCPOA. Pareciera que ambos lados tienen temor de tomar un primer paso so pena de ser percibidos como condescendientes o débiles. En ese sentido, sería sensato escuchar la propuesta del Ministro iraní de Relaciones Exteriores, Javad Zarif, que sugiere tomar pasos sincronizados.

Pero no solamente es importante que se rompa el impasse, sino que además el tiempo apremia. A solo cuatro meses de la elección presidencial iraní, que podría llevar al poder a los conservadores antioccidentales, no está claro si el líder supremo, el Ayatolá Ali Jamenei, y el liderazgo político militar iraní apoyarán un relanzamiento del acuerdo con los Estados Unidos. Además de que las crecientes tensiones entre Israel e Irán tras el asesinato, presuntamente por parte de Israel, del científico nuclear iraní más relevante, Mohsen Fakhrizadeh, podrían desatar un enfrentamiento armado en Oriente Medio que impediría cualquier negociación.

El camino para la diplomacia nuclear se encuentra minado pero parece haber voluntad política. Ojalá se logre el delicado equilibrio que se requiere para un entendimiento entre Washington y Teherán por el bien de la seguridad mundial,.

@B_Estefan

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