En los días recientes mucho se ha hablado en la prensa sobre las protestas de agricultores en Alemania, pero poco sobre las decenas de miles de alemanes que se manifestaron para protestar en contra de la extrema derecha de su país. Se estima que el pasado domingo 25,000 personas salieron a las calles de Berlín, 10,000 en Potsdam, 5,000 en Saarbrücken y un número similar en otras ciudades, para denunciar el creciente poder del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD por sus siglas en alemán) y sus proyectos radicales.

En los meses recientes las referencias al nazismo se han vuelto omnipresentes en el debate público alemán. Hace apenas unos días se dio a conocer que, de llegar al poder, AfD, creado en 2013, buscaría llevar a cabo una deportación masiva de 2 millones de extranjeros. No es algo nuevo, este partido de posiciones radicales siempre ha abrigado el discurso antiinmigrante, e incluso en el seno de su Congreso de julio pasado abordó la idea de “remigración”, término que utilizan crecientemente los grupos de extrema derecha para referirse a la necesidad de repatriar de forma forzada a los inmigrantes. Pero lo que parecía una idea somera se ha convertido ya en un proyecto detallado que incluye una jerarquización de lo que AfD considera población “indeseable”, que por tanto tendría que ser expulsada en este orden: primero los solicitantes de asilo, después los refugiados con protección temporal, luego los extranjeros condenados aun si es por pequeños delitos, después los “mal integrados” y por último los alemanes “no asimilados”. Este plan del Partido de Extrema Derecha fue el que provocó la cólera pública e hizo que los alemanes se volcaran a las calles, acompañados del canciller Olaf Scholz y la ministra de Relaciones Exteriores, Annalena Baerbock.

Margot Friedländer, una de las pocas sobrevivientes alemanas de la Shoah que sigue con vida, declaró este fin de semana en la televisión alemana, que Hitler había comenzado de la misma forma, en referencia a la famosa reunión secreta. Y aunque las comparaciones pudieran parecer exageradas, la extrema derecha parece querer provocarlas. El medio de investigación alemán “Correctiv” reveló que a fines de noviembre se llevó a cabo una reunión secreta para diseñar el plan de expulsión de migrantes, en la cita habrían participado cuadros del partido y donantes importantes de la agrupación política (el boleto de entrada a la reunión costaba 5,000 euros), así como representantes de diversos movimientos de extrema derecha. Las pruebas filtradas son amplias: fotos, grabaciones, documentos. La reunión se llevó a cabo en Potsdam, en un hotel que sirvió de escenario para la serie televisiva alemana “Babylon Berlin” que retrata la Alemania de entreguerras, justo en el momento de fortalecimiento político de Hitler, y a unos kilómetros de Wannsee el lugar donde en 1942 se dio la siniestra conferencia en la cual los principales dirigentes del Tercer Reich tomaron la decisión de la solución final.

Mientras en diversas partes del mundo la extrema derecha busca limitar sus voces más radicales para lograr un mayor apoyo popular, en Alemania el caso parece ser el contrario. Entre más se radicaliza AfD, más terreno electoral parece conseguir. Los planes de deportación masiva forzada no han hecho de este Partido, que apenas ingresó al Bundestag en 2017, un grupo político marginal. Por el contrario, de acuerdo con encuestas recientes, si hoy se realizaran elecciones federales en Alemania, AfD sería la segunda fuerza política del país con entre 20 y 25% de las preferencias, alcanzando incluso más del 35% en provincias del Este como Turingia y Sajonia.

El próximo mes de septiembre habrá elecciones regionales que permitirán tener un mejor pulso del apoyo real que tiene este partido radical. En Turingia, el líder de la AfD, Björn Höcke, quien ha tenido que comparecer ante los tribunales por utilizar vocabulario nazi y promueve la idea de buscar una Europa étnicamente homogénea, tiene grandes posibilidades de convertirse en la cabeza política de su región.

“Cuanto peor le vaya a Alemania, mejor nos irá a nosotros”, dijo el portavoz del grupo parlamentario de AfD, Christian Lüth, durante una cena con una youtuber en 2020, una idea que, dicho sea de paso, lemantablemente muchos políticos en el mundo tienen sobre sus propios proyectos partidistas. Es claro, que hoy el partido de extrema derecha alemán busca capitalizar los enormes retos internacionales y nacionales que enfrenta el gobierno encabezado por Olaf Scholz.

Mientras que la extrema derecha europea, que tras el fin de la segunda guerra mundial se veía abatida, hoy hace sentir su presencia con partidos como Rassemblement Nationale en Francia, el Partido de la Libertad de Austria, Fratelli d’Italia, y los Demócratas de Suecia, entre otros, que, con distintos enfoques, son parte de una misma familia política de extrema derecha que amenaza la vida democrática europea.

@B_Estefan

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