La actual Cámara de Diputados pasará a la historia, entre otras cosas, como la legislatura de los tránsfugas en busca de la reelección. El transfuguismo político —la tendencia a pasarse de un partido o grupo parlamentario a otro— inició incluso antes de su instalación. Puede decirse que ha sido parte del diseño de coaliciones electorales con el fin de evadir el tope de sobrerrepresentación, es decir, la cláusula constitucional que prohibe cualquier diferencia mayor al ocho por ciento entre el porcentaje de diputados y el porcentaje de votación de un partido político.

Aunque el PRI y PVEM fueron los primeros en encontrar la forma de darle la vuelta a la Constitución en 2015 con los “diputados sandía” —registrados como candidatos del verde pero de extracción priísta—, la Cuarta Transformación perfeccionó la técnica. En 2018, tras el reparto de diputaciones plurinominales, en la que el INE cuidó que ningún partido rebasara el límite constitucional a la sobrerrepresentación, Morena obtuvo 191 de los 500 escaños de la Cámara baja.

Sin embargo, antes de la instalación de la LXIV Legislatura, Morena jaló primero a 32 diputados del PT y 25 de Encuentro Social para incorporarlos a su grupo parlamentario. Con ello, quedó en 246, unos 18 arriba del tope de sobrerrepresentación. Como su objetivo era conseguir la mayoría absoluta, negoció un acuerdo con el PVEM. A cambio de aprobar la licencia del senador Manuel Velasco, quien buscaba regresar a Chiapas para concluir su mandato como gobernador, cinco legisladores verdes dejaron su partido y se sumaron a la fracción de Morena.

Ya con la mayoría asegurada, Morena negoció las presidencias de los órganos de gobierno y la integración de las comisiones legislativas. Así cumplió su propósito de quedarse con la titularidad de la Junta de Coordinación Política (JUCOPO) durante los tres años de la Legislatura, posición que de otra manera habría tenido que compartir con la primera y la segunda minorías en la Cámara de Diputados.

Con respecto a la presidencia de la Mesa Directiva, un cargo que requiere mayoría calificada para su nombramiento cada año, Morena acordó rotarla. El primer año la ocuparía un legislador de su bancada, el segundo uno del PAN y el tercero le correspondería al PRI, que tras la defección de los 32 diputados del PT a Morena se convirtió en tercera fuerza política.

Una vez que se cerraron los acuerdos para la gobernabilidad de la Cámara de Diputados, el transfuguismo político menguó, sin desaparecer del todo. El grupo de diputados sin partido siguió creciendo hasta llegar a cinco y casi todas las fracciones parlamentarias sufrieron una que otra defección. Sin embargo, conforme se aproxima el inicio del último año la Legislatura, el fenómeno está de regreso.

Ahora el PT ha entrado de lleno al fichaje de diputados con el fin de engrosar su bancada y desplazar al PRI como tercera fuerza política en la Cámara de Diputados. Ha declarado abiertamente su intención de echar para abajo el pacto de gobernabilidad construido al inicio de la Legislatura y ocupar la presidencia de la Mesa Directiva durante el último año de gestión.

En los últimos meses, la fracción petista se ha beneficiado de la adhesión de 14 legisladores, tránsfugas que provienen de los grupos parlamentarios de Encuentro Social y

Morena. Hasta hace unos días había alcanzado un total de 43 diputados, cuatro por debajo de los que necesitaba para desplazar al PRI como tercera fuerza política.

El coordinador parlamentario de Encuentro Social, Jorge Argüelles, ha manifestado su oposición a que el PT ocupe la presidencia de la Mesa Directiva el último año de la Legislatura. Al mismo tiempo ha denunciado a este partido de ofrecer dinero a los diputados a cambio de adherirse a su bancada, una forma de corrupción que encaja en el tipo penal de cohecho. La acusación es grave —como el propio PT lo admite—, y debe investigarse.

Pero también puede haber otros elementos en juego. Los diputados de la actual Legislatura son los primeros que, luego de la reforma constitucional de 2014, podrán buscar la reelección, con la posibilidad de servir hasta cuatro periodos consecutivos en el mismo cargo. El PT puede ser la vía de acceso a la boleta electoral para cualquiera de los actuales diputados postulados por alguno de los partidos de la coalición Juntos Haremos Historia, incluyendo a Morena y Encuentro Social.

Por sí solo el PT apenas puede garantizar la reelección del pequeño círculo que controla el partido. En 2018, en una buena elección para ellos, obtuvo el cuatro por ciento de la votación. Antes, en 2015 su pobre desempeño electoral casi lo lleva a perder el registro. Sin embargo, su alianza con Morena alienta sus aspiraciones de convertirse en un jugador de peso en la política nacional.

Al final del día, la decisión de respetar el acuerdo de gobernabilidad pactado al inicio de la Legislatura o darle la presidencia de la Mesa Directiva al PT está en manos de Morena.

Hasta ahora sus dirigentes han consentido de manera tácita la fuga de sus diputados, sin pronunciarse respecto a la intentona de los radicales petistas de cerrarle el paso al PRI.

Pero reventar el acuerdo de gobernabilidad también tendría costos. Cancelaría la posibilidad de alianzas con el PRI en las elecciones locales de 2021 y reforzaría la unidad del llamado bloque de contención formado por los partidos opositores. Sobre todo, sería un pésimo precedente para la construcción de acuerdos y un premio al transfuguismo político, una práctica que daña la imagen y la credibilidad de los órganos legislativos.

*Profesor de la División de Estudios Políticos del CIDE

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