Desde el inicio de su gobierno, el presidente López Obrador adoptó la lucha de los liberales contra los conservadores en el siglo XIX como parte de la narrativa de su Cuarta Transformación (4T). La imagen tomada de la libros de texto de la historia de México buscaba darle coherencia discursiva a sus acciones de gobierno.

López Obrador pronunciaba a su movimiento como heredero del liberalismo mexicano del siglo XIX, que legó a México la Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma. Asimismo, identificaba al conservadurismo, la ideología del partido contrario, como el adversario de su proyecto. A los conservadores los empezó a señalar como defensores de los privilegios y la corrupción; luego los declaró “moralmente derrotados”.

Con la adopción del liberalismo como emblema de la 4T, López Obrador buscaba que la opinión pública asociara a sus adversarios con una causa históricamente perdedora. El partido conservador jamás se recuperó de su desastrosa apuesta por el restablecimiento de la monarquía, encabezada por Maximiliano de Habsburgo y respaldada militarmente por el ejército de Napoleón III. Hasta la emergencia del nacionalismo revolucionario en el siglo XX, el liberalismo fue la ideología política hegemónica en México.

Sin embargo, para que la estrategia de comunicación funcionara necesitaba de dos condiciones. En primer lugar, en la opinión pública debía prevalecer una actitud negativa hacia el conservadurismo. En segundo lugar, el liberalismo tendría que darle a las acciones del gobierno de López Obrador una narrativa coherente. Ninguna de ellas se ha materializado.

La Encuesta Nacional Electoral levantada en junio de 2018, justo después de la elección presidencial, y enero 2019 permite medir la forma en que los propios votantes mexicanos se ubican en el espectro liberal-conservador. La mayoría, el 54.3% se encuentra en el lado conservador del eje ideológico, el 17.2 % en el centro y el 28.5% del lado liberal.

Lejos de prevalecer una actitud negativa contra el conservadurismo, el votante mexicano tiende a identificarse con esta persuasión ideológica. No sólo eso, los votantes conservadores se decantaron a favor de López Obrador en las elecciones de 2018. Sin su apoyo, difícilmente habría alcanzado la victoria en las urnas o habría sido mucho menos contundente. Este segmento del electorado debe recibir con cierta extrañeza los identifique como sus adversarios.

La vinculación discursiva de la 4T con el liberalismo inició cuando era todavia una obra en ciernes. Ha pasado cerca de un año y medio desde aquella entrevista para El Financiero en la que el presidente López Obrador se envolvió en el manto liberal y arrancó su campaña contra los conservadores. Durante este tiempo la 4T se ha traducido en un estilo de gobierno, con acciones y medidas cuyas consecuencias se han dejado sentir con contundencia.

La 4T ha sido una maquinaria implacable de reconcentración del poder en la figura del presidente López Obrador. Ha restaurado aquello que el historiador liberal Enrique Krauze denominó la “presidencia imperial” y que prevaleció en México durante las décadas de hegemonía política del PRI. En la práctica, la 4T ha aplicado la receta que los conservadores prescribían para México en el siglo XIX: un gobierno centralista y un Ejecutivo fuerte.

Predicar los valores del liberalismo político mientras restablece el absolutismo presidencial de antaño, es una de las mayores incoherencias discursivas de la 4T. Dentro del liberalismo coexisten corrientes de pensamiento político diverso. Es como una gran casa con muchas habitaciones. Pero en ninguna de ellas hay lugar para la defensa de la concentración del poder en una persona, la política cortesana, la intolerancia a la crítica y el desprecio por el Estado de derecho.

El analista de política internacional Edward Luttwak acuñó el término “quiebra estilística” para identificar aquella situación en que la propaganda oficial y el estilo de gobierno se vuelven anacrónicos, irrelevantes, incluso ridículos. Este fenómeno suele preceder grandes cambios políticos en el mundo. Esta quiebra estilística avanza para la 4T conforme el discurso presidencial y la realidad van tomando caminos diferentes.

Profesor de la División de Estudios Políticos del CIDE

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