El 2025 se va como esos años que no conceden tregua.
Arrancó con un recordatorio incómodo: México sigue atado al humor de Washington. El regreso de Donald Trump y sus aranceles al acero y al aluminio confirmaron que la relación bilateral volvió a ser rehén del chantaje comercial y de seguridad. El “Plan México” nació no como proyecto de desarrollo, sino como mecanismo de contención ante un golpe externo anunciado. Así empezó el año: a la defensiva.
Febrero y marzo dejaron claro que la soberanía no se defiende solo con reformas constitucionales. La designación de cárteles como organizaciones terroristas abrió un escenario inédito, mientras en Teuchitlán, Jalisco, el Rancho Izaguirre evidenció lo que el discurso oficial se resiste a aceptar: campos de exterminio operaron durante años sin que el Estado lo impidiera. No sabemos cuántos murieron ahí. No sabemos cuántos fueron quemados. Y seguimos sin saber qué pasa con los cómplices de los criminales que operaban dentro de los gobiernos estatal y municipal.
El huachicol fiscal destapado en Tamaulipas mostró que el crimen organizado no siempre usa fusiles: también facturas, barcos y apellidos influyentes. Las detenciones llegaron, pero aún no al más alto nivel.
En abril y mayo, la ley contra el nepotismo se aprobó… pero para después, pues de momento los intentos por heredar cargos siguen vivos, con maniobras “legales” incluidas.
Junio marcó un punto de no retorno: la elección judicial por voto popular consolidó un Poder Judicial nacido de acordeones. El costo de esa decisión se medirá en años.
El segundo semestre fue una sucesión de golpes: la revelación del pasado criminal del ex secretario de Seguridad de Tabasco durante el gobierno de Adán Augusto López, Hernán Bermúdez; el acuerdo de “El Mayo” Zambada en Estados Unidos y el miedo a lo que pueda contar; tragedias por negligencia, como la explosión de la pipa en Iztapalapa; lluvias que mataron a decenas donde los avisos nunca llegaron.
Octubre y noviembre dejaron la imagen más cruda del año: productores extorsionados hasta la muerte, alcaldes asesinados tras pedir ayuda que nunca llegó, jóvenes sicarios como producto final de un sistema roto. Carlos Manzo murió solo. La marcha que siguió no fue un complot: fue hartazgo.
El cierre fue coherente con todo lo anterior. Una Fiscalía renovada sin sorpresa, leyes polémicas aprobadas a contrarreloj, campesinos bloqueando carreteras, un coche bomba en Michoacán que oficialmente “no fue atentado”.
Este 2025 el gobierno termina fuerte en popularidad, lo que le permite, todavía, ir más allá de las buenas intenciones: dar resultados.
El país resiste, pero tarde o temprano pasará factura a los corruptos, indolentes, negligentes y criminales que se visten de servidores públicos.
P. D.: En medio de todo, que estas fechas nos encuentren juntos y conscientes. Desear un país mejor sigue siendo necesario ¡Felices fiestas!

