Mtro. José Ramón Jarquín Rodríguez

En muchos municipios de nuestro país hemos caído en una profunda dicotomía: una colonia, un pueblo o un fraccionamiento pueden no contar con agua en la red y, al mismo tiempo, inundarse en un mismo día. Esta situación evidencia que el problema no es la falta de agua, sino la manera en que la gestionamos.

De ahí la importancia de adaptar nuestras ciudades para aprovechar el agua de lluvia y reducir la dependencia de fuentes externas de abastecimiento, como el sistema Cutzamala, que abastece al Valle de México, o el sistema de presas y embalses que provee casi el 70 % del agua que se consume en Monterrey. Todo ello puede lograrse mediante técnicas de infraestructura ecológica, como el concepto de ciudades esponja, desarrollado en China por el doctor Kongjian Yu, originario de la aldea de Dongyu, quien lamentablemente falleció hace unos meses en Brasil mientras trabajaba en la expansión de esta corriente de ordenamiento territorial y diseño urbano hacia América.

¿Qué significa convertirnos en ciudades esponja?

Significa permitir que la naturaleza vuelva a hacer su trabajo: captar, infiltrar, limpiar y aprovechar cada gota de lluvia.

Significa recuperar nuestras barrancas y ríos como espacios vivos, y no como canales de desecho.

Significa crear humedales urbanos, parques infiltrantes y áreas verdes funcionales a lo largo del territorio, que capturen el agua en lugar de rechazarla.

Significa reforestar con especies nativas, endémicas y adaptadas, no invasoras, para restaurar nuestros ecosistemas y las conexiones naturales que los sostienen, devolviéndole espacio a la naturaleza.

Significa promover la captación de agua de lluvia en escuelas, negocios, edificios públicos y hogares.

Significa separar en su totalidad el agua de lluvia del drenaje sanitario.

Y significa, sobre todo, apostar por soluciones basadas en la naturaleza que generen beneficios reales y tangibles en nuestra vida cotidiana:

Menos daños por inundaciones durante la temporada de lluvias.

Mayor disponibilidad de agua para nuestras familias.

Más parques, más árboles y mejores espacios públicos para la sana recreación en entornos naturales.

Mayor plusvalía para nuestras propiedades.

Más espacios de hábitat para la biodiversidad, promoviendo la protección y el restablecimiento de la diversidad biológica local.

Mejor calidad del aire.

Mejor imagen urbana.

Mejor sensación térmica y ciudades más confortables.

Más bienestar.

Y un mejor futuro.

Conocer el territorio para transformar la ciudad

Para lograrlo, es fundamental que cada gobierno local y la ciudadanía conozcan cuánto llueve, cómo se mueve el agua en el territorio desde un enfoque hidrológico, qué ecosistemas se conectan o dependen de estos flujos, y qué tan permeable es el suelo. Solo así podremos saber dónde implementar la técnica de infraestructura ecológica correcta, lo cual constituye la base para la adaptación al concepto de ciudad esponja y permite transformar el territorio en un espacio más sustentable, resiliente y próspero.

Actualmente, Atizapán de Zaragoza y, en parte, la Ciudad de México, ya están implementando esta política restaurativa. Por ello, invito a que más comunidades, fraccionamientos, colonias, municipios y entidades federativas se sumen a este esfuerzo.

Aprovechemos las fortalezas y oportunidades que tenemos como país. No olvidemos que México es uno de los territorios más privilegiados del mundo por su clima, sus recursos naturales y su ubicación geográfica. Somos catalogados como el quinto país con mayor diversidad biológica del planeta, es decir, un país megadiverso. Por ello, debemos empezar a pensar que, en México, cada gota cuenta, y comprender plenamente los servicios ambientales que nos brindan los ecosistemas.

Conclusiones

México enfrenta una crisis hídrica que no se resolverá con más concreto, más drenajes ni más dependencia externa, sino con una nueva forma de entender y gestionar el territorio. Las ciudades esponja no son una moda, sino una estrategia integral de restauración urbana, ambiental y social.

Hoy tenemos el conocimiento, la experiencia y las condiciones naturales para hacerlo. El reto es tomar decisiones con visión de largo plazo, reconectar nuestras ciudades con sus procesos naturales y asumir que el agua no es un enemigo, sino un aliado.

Dejemos este lugar mejor de como lo encontramos. Trascendamos como la generación de la restauración.

Presidente de la Representación de la Asociación Mexicana de Urbanistas en el Estado de México

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