Por Oscar Eduardo Martínez Garza
“La composición urbana de la ciudad de Monterrey, es decir, de su efervescente área metropolitana, ha confirmado la antigua persistencia con la cual fue postulada en 1596. Ese viejo anhelo fue entonces asombroso: conseguir primeramente supervivencia y equilibrio a toda costa y, más tarde, identidad y vida propias en una de las zonas menos accesibles de la colonia española. Con esta anotación inició mi intervención para la segunda edición de la Enciclopedia de Monterrey. (2006, Enciclopedia de Monterrey, OEM, Tomo 2).
El anhelo histórico de la ciudad de Monterrey es parte de un proceso intermitente que intentó llegar a una imagen urbana no plenamente definida. Aún hoy, al cruzar el primer cuarto del siglo XXI, ese ideal no termina por acomodarse con precisión. En los antecedentes de la ciudad se hacen evidentes los ensayos de la vida económica que se intentaron por necesidad o por consecuencia, como la minería y la ganadería, o el comercio y posteriormente la industria. Todos ellos guardaban en sí el común denominador que, sin importar transmutaciones y sacrificios urbanos, presagiaban un futuro más promisorio y elocuente y, quizá, la alternativa de una identidad definitiva para la ciudad.
La primera edición de la Enciclopedia de Monterrey se publicó en 1996 para conmemorar el 400 aniversario de su fundación. Esta edición fue coordinada por el Profesor Israel Cavazos Garza, Premio Nacional de las Artes. El contenido sobre arquitectura y urbanismo, el cual tuve el privilegio de preparar personalmente, lo llamé Monterrey Ciudad Vieja, Ciudad Nueva. Una frase que subraya la lucha constante y el espíritu por permanecer en el sitio urbano. El recorrido histórico-documental intentó describir acontecimientos y obras en su caminar lento de los primeros 150 años; luego, la ciudad colonial con la influencia y poder de los obispos urbanistas como Verger y De Llanos y Valdez; más tarde, la ciudad posterior a la independencia y el éxito comercial y, finalmente, la evolución de la industria justo en el cambio hacia el siglo XX.
En una parte de la advertencia a la segunda edición de la Enciclopedia, con el subtítulo Identidad Fortalecida, cito lo siguiente: “Si en algún momento anterior de su historia Monterrey hubo de luchar por reclamar un lugar predominante en México, hoy la notabilidad de sus logros es concluyente; aparentemente Monterrey, como ciudad edificada, se ha liberado de algunos de sus complejos ancestrales que advertimos a través de las crónicas de su historia. Su esfuerzo y atención vigentes se han orientado, por un lado, a modernizarse con proyectos que mejoren su presencia urbana y funcionamiento operativo y, por otro, a cultivar y rescatar algunos valores urbanos y arquitectónicos que concluyan en el fortalecimiento de su autoestima y le remitan a su propio y legítimo origen”. (2006, Enciclopedia de Monterrey, OEM, Tomo 2).
En el año 2006, una década después de la primera edición, se acordó una segunda edición de la Enciclopedia de Monterrey que fue nuevamente preparada en esta especialidad por mi persona. Sin embargo, la necesidad de una visión actualizada requería desde entonces incorporar un nuevo filtro con vista hacia los programas que ya estaban en proceso de convertirse en obras de mejoramiento urbano y que, por añadidura, comenzaban a delinear lo que estaba ya prácticamente en proceso, es decir, la percepción de un nuevo orden para una nueva sociedad. A este escrito le llamé Monterrey, el principio del futuro.
Ese título pareciera más un postulado optimista y prometedor en lugar de una apreciación estricta del momento preciso que vivía la ciudad. Sin embargo, la producción arquitectónica y urbana fue impresionante, manifestando con mayor fuerza una corriente de exploración de ideas: algunas importadas, otras en busca de un lenguaje regionalista y otras más en respuesta a la cada vez más exigente sociedad regiomontana. De manera sincrónica, se han incorporado nuevos componentes urbanos y arquitectónicos, al mismo tiempo que se rescatan o sacrifican edificios y espacios patrimoniales. Todo esto para que el resultado pueda incorporarse a ese ideal del futuro del área metropolitana.El principio del futuro, postulado en el año 2006, es hoy más cierto que nunca. Aun cuando es un futuro en constante formación y, a veces, insustancial, acciona una inquietud permanente de cambio, de inconformidad urbana que ha persistido en obtener, a través de la exploración de ideas, un mayor mérito urbano y arquitectónico.
Lo cierto es que la autoestima urbana de Monterrey, incierta e imprecisa, y los rumbos de sus procesos de exploración y búsqueda —en donde la transformación urbana cede espacios y hasta patrimonio como una ofrenda para concluir en un acuerdo mayor en vías de actualizar su propia transformación— consiguen, en esa dinámica, equilibrio y sustentabilidad.
El principio del futuro no es una tesis o una propuesta: es una constante indispensable que, paradójicamente, en el caso particular de las investigaciones y observaciones sobre la ciudad de Monterrey, proviene del estudio del sitio urbano, de sus logros y sus fracasos, de sus intentos y sus fallas. En este momento, cada gobernante, cada proyecto público —ya sea de movilidad, equipamiento o infraestructura— representa constantemente lo que podríamos decir, como el principio del futuro.
Es Presidente de la Representación Estatal de la Asociación Mexicana de Urbanistas en Nuevo León
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