Por Raúl Villalobos Salas

La cultura urbana: una identidad que se vive

La cultura urbana es el rostro visible de nuestras ciudades. Es el fundamento simbólico y material de su identidad. Se manifiesta en la arquitectura, el arte, la música, la lengua, los modos de vida, las relaciones sociales, los oficios y los espacios compartidos. Es el alma de una ciudad viva.

Cuando una ciudad pierde su identidad, se vuelve impersonal, insegura, desconectada de su gente. Y esa pérdida comienza cuando no se reconoce —ni se protege— la cultura urbana como eje articulador del desarrollo territorial.

¿Hay planeación en México? Sí, pero no basta.

En México existe planeación urbana. Se han desarrollado a lo largo de las últimas décadas herramientas, metodologías y sistemas de clasificación territorial sólidos. Contamos con instrumentos técnicos como:

El sistema nacional de ciudades (regionales, estatales, medias, rurales)

Diversos niveles de planes: maestro, rector, director, parcial, regional, entre otros.

Incluso se ha comenzado a incorporar en el lenguaje técnico conceptos como gentrificación o movilidad sustentable, así como metodologías adaptadas para pequeñas localidades y zonas metropolitanas.

Pero el problema no es la ausencia de planeación. El problema es su obsolescencia, su falta de aplicación real y la discontinuidad en su implementación.

Muchos de estos planes fueron elaborados con gran esfuerzo técnico y presupuestal… y luego quedaron olvidados en escritorios. No se actualizaron. No se vincularon a presupuestos. No se integraron a la gestión cotidiana. No se usaron como base de decisiones.

Peor aún: la política urbana, en muchos casos, ha sido reemplazada por la improvisación o el oportunismo.

De planes guardados a políticas vivas

Hoy enfrentamos un desafío serio: las herramientas técnicas existen, pero no se han traducido en una gobernanza eficaz del territorio. La ciudad se transforma sin orden ni visión, impulsada por dinámicas de mercado, presiones externas o decisiones políticas aisladas.

Mientras tanto, la infraestructura se deteriora, el paisaje urbano se ve afectado por el caos visual (cableado, mobiliario dañado, vegetación sin control), y la ciudadanía se adapta como puede a entornos inseguros o desarticulados.

Y sin embargo, ahí están los instrumentos. Lo que falta es voluntad política, continuidad institucional y una visión integral que entienda que la ciudad no es un objeto técnico, sino un espacio de vida colectiva.

Por una reforma urbana con rostro humano

El momento actual exige una reforma urbana profunda y sostenida, que recupere lo invertido en planeación, actualice los instrumentos existentes y los integre en una política pública coherente y transformadora.

Se trata de:

Garantizar continuidad institucional en los procesos de planeación.

Vincular los planes con presupuestos y con decisiones de gestión diaria.

Recuperar la identidad cultural de los barrios y ciudades como base del desarrollo.

Evitar modelos urbanos anquilosados o importados, y construir desde lo local.

Como urbanistas, debemos exigir que lo técnico y lo político se reencuentren en una visión compartida: construir ciudades para todas y todos, donde la cultura urbana no sea arrasada, sino celebrada y fortalecida.

Planeación con identidad, no sólo con planos

No se trata de hacer más planes. Se trata de aplicar lo que ya existe, actualizar lo necesario y orientar la ciudad desde su rostro más humano: su cultura.

Porque como lo sabemos quienes hemos caminado sus calles y escuchado sus historias, la ciudad no se entiende solo desde el trazo: se vive desde la comunidad.

Y ahí, en esa cultura barrial, en esa vida cotidiana, en esa mezcla de tradición y futuro, está el verdadero rostro de la ciudad. Ese que no puede —ni debe— perderse.

contacto@amu.org.mx

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