Abraham Moisés Reyes Luna
La Ciudad de México, una de las urbes más grandes y dinámicas del mundo, enfrenta retos profundos en materia de alimentación saludable. De acuerdo con la FAO (2019), los hábitos alimenticios de los mexicanos han cambiado drásticamente en las últimas décadas, y esta transformación ha tenido efectos devastadores en la salud pública. Más del 70% de la población consume alimentos ultra procesados de manera habitual, en tanto que el acceso a frutas, verduras y otros productos frescos es limitado, particularmente en las comunidades de menores ingresos.
Los "desiertos alimentarios" –áreas urbanas donde los alimentos frescos son escasos o inexistentes– representan una de las expresiones más evidentes de esta desigualdad. En estas zonas predominan las tiendas de conveniencia y los puestos de comida rápida, lo que deja pocas alternativas saludables para los habitantes. Este panorama ha contribuido al aumento de enfermedades no transmisibles como la obesidad, que afecta a más del 36% de los adultos en la capital, y la diabetes, que figura como una de las principales causas de mortalidad en México.

Además, el diseño urbano y la inseguridad limitan el acceso a entornos alimentarios saludables. Según UNICEF (2022), la carencia de espacios públicos adecuados para la compra de alimentos frescos y la falta de seguridad en las calles agravan aún más la situación. Jane Jacobs (1961) sostenía que la vitalidad urbana depende de la diversidad y accesibilidad de los espacios; en el caso de Ciudad de México, la ausencia de espacios seguros para el consumo y la actividad física afecta directamente la calidad de vida de sus habitantes.
Las Áreas de Mayor Vulnerabilidad Alimentaria
La Ciudad de México, con más de 9 millones de habitantes, presenta un entorno alimentario que refleja profundas desigualdades. Estudios recientes, como el de González-Alejo et al. (2020), señalan que las zonas más afectadas por los "desiertos alimentarios" son aquellas con mayor concentración de pobreza urbana, como las alcaldías de Iztapalapa, Gustavo A. Madero y Tláhuac. En estas áreas, la oferta de alimentos frescos es escasa, mientras que la presencia de tiendas de conveniencia y puestos de comida rápida domina el panorama.
La regionalización del diagnóstico es crucial para abordar este problema, ya que la dinámica de los entornos alimentarios varía significativamente dentro de la ciudad. Por ejemplo:
Estas áreas contrastan con alcaldías como Benito Juárez o Miguel Hidalgo, donde la disponibilidad de alimentos saludables es mucho mayor gracias a un mayor poder adquisitivo y a una mejor infraestructura de mercados y transporte.
Relevancia de un Estudio Regionalizado
Un estudio que regionalice el diagnóstico permitirá identificar patrones locales en el acceso a alimentos saludables y diseñar estrategias específicas para cada área. Este enfoque diferenciado es esencial por varias razones:
Estrategias para un Entorno Alimentario Sostenible
Superar las disparidades en el acceso a alimentos saludables requiere un enfoque integral que coordine políticas urbanas, de salud y económicas. Basándonos en experiencias globales documentadas por autores como Downs et al. (2020), se proponen las siguientes estrategias:
El Rol de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)
Los ODS 11 y 12 de la ONU instan a las ciudades a ser más inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles, lo que implica mejorar el acceso a alimentos nutritivos y asequibles. Para el año 2030, el objetivo es que todos los habitantes de Ciudad de México, sin importar su ubicación, puedan acceder a una dieta balanceada y a espacios públicos seguros para la actividad física.
La transición hacia una alimentación más sostenible no solo es un desafío urbano; es un componente esencial para la equidad social. Como señala González-Alejo et al. (2020), las ciudades que logran integrar seguridad alimentaria y diseño urbano obtienen beneficios económicos, sociales y ambientales.
Conclusiones
La vitalidad urbana de Ciudad de México está directamente relacionada con la capacidad de garantizar un acceso equitativo a alimentos saludables. Combatir los desiertos alimentarios y revitalizar los espacios públicos no solo mejorará la salud de los ciudadanos, sino que también sentará las bases para un desarrollo urbano más justo y sostenible.
La transformación de los entornos alimentarios exige un esfuerzo conjunto. Con políticas visionarias, el compromiso del sector privado y la participación activa de la sociedad civil es posible liderar un cambio profundo que posicione a Ciudad de México como un modelo regional en justicia alimentaria y desarrollo sostenible. La meta no es solo mejorar los indicadores de salud, sino construir una ciudad donde todos puedan disfrutar de una vida digna, saludable y plena.