Por: Juan L. Kaye López
La presidenta de México, Dra. Claudia Sheinbaum, anunció su primer viaje oficial como titular del ejecutivo a Acapulco este 2 de octubre. El propósito: evaluar los daños y plantear acciones urgentes para una ciudad que parece no tener tregua. A casi un año del devastador Huracán Otis, otro ciclón, el Huracán John, ha azotado la región, dejando nuevamente a su población sumida en el caos.
En septiembre de 2024, el Huracán John, un fenómeno atípico, se estacionó en la costa del Pacífico por cinco días, batiendo récords de precipitación con 949.2 milímetros de lluvia, un volumen equivalente al 80% de las precipitaciones anuales de Acapulco. El resultado: 15 muertos y una destrucción masiva. Este evento ocurre apenas a meses del Huracán Otis, que en octubre de 2023 arrasó la ciudad como un ciclón categoría 5. Ambos desastres subrayan una problemática que va más allá de la furia de la naturaleza.

La problemática estructural de Acapulco
El impacto devastador de estos huracanes no puede explicarse solo por el cambio climático. La falta de infraestructura adecuada, la inacción gubernamental y la planificación urbana deficiente han agravado la situación. Sistemas de drenaje obsoletos y llenos de basura, incapaces de manejar grandes volúmenes de agua, son solo el inicio del problema. La deforestación, causada en parte por los efectos de Otis, ha debilitado la capacidad de las montañas para absorber el agua, lo que ha intensificado los deslaves.
Los cauces naturales de arroyos y ríos, que deberían ser canales de drenaje, han sido invadidos por construcciones sin control. Estos ríos se han desbordado, inundando zonas habitadas y arrojando aguas residuales al mar, contaminando incluso áreas turísticas. La tragedia no es solo ambiental, sino también social, con más de 850 mil personas afectadas por estas negligencias históricas.
Posibles soluciones
La situación exige una intervención integral y decidida. Entre las medidas propuestas están:
Conclusión
La historia de Acapulco es un recordatorio de que las tragedias naturales, aunque inevitables, pueden ser mitigadas con previsión y acción oportuna. La falta de planificación y la corrupción del pasado han dejado a la ciudad vulnerable, pero aún hay tiempo para rectificar. Como sociedad, debemos aprender de estos desastres y actuar con responsabilidad. La naturaleza puede ser implacable, pero la verdadera tragedia sería no hacer nada.
Presidente de la Asociación Mexicana de Urbanistas