La iniciativa de reforma a la industria eléctrica contempla un capítulo para uno de los elementos vitales del incipiente mercado de la electromovilidad: el litio. Bajo esta iniciativa, el gobierno mexicano tendría el control de la explotación, extracción, comercialización y distribución de este mineral. Sin pretender valorar si la iniciativa hace sentido o no, este artículo pretende reflexionar sobre el impacto en la cadena de valor de la producción de baterías para autos eléctricos.

El litio es uno de los metales más ligeros y suaves presentes en la Tierra. Un elemento relativamente abundante: se estima que alrededor de 0.00007% de la corteza terrestre se compone de litio. A partir de la Segunda Guerra Mundial, sus aplicaciones se han incrementado, desde médicas hasta industriales, siendo la más importante la relacionada con las baterías recargables.

Este mineral es la base de los dispositivos móviles que usamos, como laptops, celulares, relojes inteligentes, entre otros. Pero su potencial más significativo se encuentra en las baterías de los autos eléctricos. Mientras la batería de un celular podría contener alrededor de 3 gramos de carbonato de litio, la batería de un coche podría requerir cerca de 100 kg de este componente. Un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe prevé una demanda total de 669 mil toneladas de litio para 2025 (más de tres veces lo demandado en 2017), de las cuales cerca de 75% se utilizaría para fabricar baterías de autos. Por ello, muchos gobiernos en el mundo han puesto ya su atención en este compuesto.

El litio se extrae a partir de salares y minerales de roca. La extracción a partir de salares está dominada por los países del llamado “triángulo del litio”, que incluye a Bolivia, Chile y Argentina. Juntos producen cerca de 30% del litio usado en aplicaciones automotrices. Según expertos, este tipo de extracción es complicada, en función de la química de la salmuera y otras condiciones ambientales, y toma hasta dos años en desarrollarse.

En cambio, los procesos de extracción en minerales de roca son más estandarizados, toman menos tiempo y su costo es aproximadamente 15% a 20% menor que el de los salares. Alrededor de 60% del litio automotriz se extrae en Australia, cuyas vastas reservas se encuentran en depósitos de rocas. En ambos casos, el litio pasa por un proceso de refinamiento para poder ser utilizado en la fabricación de baterías. Hoy, cerca de 60% del litio es refinado en China, lo que implica un alto costo de transporte.

Una vez extraído y refinado, el litio se utiliza principalmente en la fabricación del cátodo, uno de los principales componentes de la batería. El proceso de fabricación de baterías comprende el ensamble de los electrodos (cátodos y ánodos), separadores y electrolitos. En esta parte de la cadena de valor destacan China, Japón y Corea. Los expertos apuntan que el mayor valor agregado en la cadena se genera en esta última etapa.

En México, el proyecto más importante se encuentra en Sonora, cuyas reservas se estiman en 5 millones de toneladas. Sin embargo, el litio sonorense se encuentra presente en arcilla, cuya extracción presenta retos técnicos y requiere un desarrollo tecnológico para ser económicamente rentable.

Es importante regular la extracción del litio de suelo mexicano. Sin embargo, será difícil que el gobierno pueda desarrollar estos procesos de forma rápida y rentable.

Dado el momento en que llega el país a la fiesta del litio, quizá haga más sentido que los esfuerzos se redirijan a incentivar la inversión en los procesos de mayor valor agregado, como la fabricación de baterías, donde se puedan capturar mayores márgenes (e impuestos) y, al mismo tiempo, integrarse mejor al bloque norteamericano de producción de automóviles.

Profesor del área de Dirección de Operaciones de IPADE Business School

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