Al momento de escribir estas líneas hay un gran debate en Estados Unidos respecto al presupuesto de egresos del próximo año y donde se espera ver reflejada buena parte de las iniciativas agrupadas bajo el plan ‘Build Back Better Act’ (o Acta para Reconstruir Mejor, en español) del presidente Joe Biden. Entre otras cosas, este plan incluye ambiciosos proyectos con el fin de reducir significativamente la huella de carbono de nuestro país vecino y, uno de estos proyectos busca acelerar la electrificación del parque vehicular para finales de esta década.

De ser aprobado tal como está, serían buenas noticias para los compradores de vehículos eléctricos en Estados Unidos, pues propone, para empezar, brindar un incentivo de hasta 7 mil 500 dólares en la compra de un vehículo eléctrico nuevo (con una batería de al menos 40 kilowatts-hora). Sin embargo, hay incentivos adicionales: si el paquete de baterías se fabrica en Estados Unidos habría 500 dólares adicionales y si, además, el auto fue ensamblado en una planta sindicalizada, habría 4 mil 500 adicionales en incentivos.

Dichos incentivos podrían totalizar 12 mil 500 dólares. Adquirir un coche eléctrico en un valor promedio de 35 mil dólares (como el Tesla Model 3) tendría un precio final de 22 mil 500 dólares, prácticamente a la par o incluso más abajo del costo promedio de un automóvil de combustión interna. La medida, sin embargo, va más allá: el comprador de un auto eléctrico usado podrá también acceder a incentivos por hasta 4 mil dólares.

La iniciativa podría provocar que mucha más gente vea a los coches eléctricos como su primera opción, acelerando con ello la adopción de la tecnología y el apoyo al cumplimiento de objetivos de emisiones.

Hay, no obstante, otras implicaciones. El primero en protestar ha sido Elon Musk, director general de Tesla, quien pide desechar la iniciativa. No es que esté en contra de incentivos ni de iniciativas para mitigar el cambio climático, sino que en Estados Unidos solamente las plantas de Ford, General Motors y Stellantis (The Big Three) cuentan con organizaciones sindicales dentro de sus plantas. A pesar de algunos intentos, las plantas de Tesla aún continúan funcionando sin sindicatos. La medida, desde este punto de vista, favorecería de momento a los fabricantes de Detroit, pero no a Tesla y otras nuevas empresas de autos eléctricos, como Rivian o Lucid, a menos de que favorezcan la organización de sus trabajadores en sindicatos.

Hay otra implicación aún mayor, que claramente va en contra del espíritu del T-MEC, en cuanto a la integración y competitividad de la región. Los incentivos provocarían que gran parte de la producción de automóviles eléctricos se desplazara hacia Estados Unidos, aunque esto provocara un incremento en el costo de producción.

Es cierto que nuestro país maneja aún un volumen muy bajo de producción de vehículos eléctricos y una vasta cantidad de paquetes de baterías se hacen en Estados Unidos y China, pero el desarrollo actual de la industria automotriz en México, el relativo bajo costo laboral, así como una emergente tendencia hacia la regionalización y producción cercana al mercado ponen a nuestro país como un perfecto candidato a convertirse en un importante polo de atracción para la producción de autos eléctricos y sus componentes.

La protesta de la Secretaría de Economía a este respecto está justificada. Pero también esto puede ser un llamado de atención a nuestro país. Si queremos realmente elevar nuestro nivel de industrialización, no basta un bajo costo de mano de obra. Tenemos que pensar en políticas públicas e incentivos para atraer inversiones no sólo para desarrollar procesos de manufactura, sino también investigar y desarrollar nuevas tecnologías que puedan contribuir a mitigar los efectos del cambio climático.

Profesor del área de Dirección de Operaciones de IPADE Business School 

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