Por Edgar Moreno

En México, el discurso ambiental vive atrapado en una paradoja: es urgente, pero distante. Indispensable, pero ajeno. Durante años, se ha tratado como un asunto de especialistas, tecnócratas o foros internacionales que poco dialogan con la vida cotidiana de la mayoría. Mientras tanto, la emergencia climática avanza sin esperar a que alcancemos consensos internos. Por ello, el país enfrenta un desafío central: mexicanizar la agenda ambiental, apropiarla y traducirla a los valores, preocupaciones y aspiraciones reales de la gente.

En ese contexto llega un acontecimiento que podría marcar un punto de inflexión: la Conferencia Nacional sobre Ambientalismo en México, que se realizará el 9 de diciembre de 2025 en el Palacio Legislativo de San Lázaro. Este encuentro no pretende sumar otra jornada de discursos ni un ejercicio de retórica parlamentaria. Su propósito es iniciar un diálogo nacional que reconecte la política ambiental con quienes más la necesitan y siente las bases de un ambientalismo incluyente, popular y centrado en mejorar las condiciones de vida.

La relevancia del evento se potencia con la presencia de dos figuras clave en la discusión pública: Ricardo Monreal, pieza fundamental en la construcción de acuerdos legislativos, y Alicia Bárcena, secretaria de Medio Ambiente y responsable de articular la política pública frente al deterioro ecológico. Su participación envía un mensaje nítido: la agenda ambiental ya no puede permanecer relegada a mesas técnicas; debe ocupar un lugar central en el debate político nacional y en las prioridades legislativas.

Sin embargo, la presencia de liderazgos no basta si el ambientalismo sigue desconectado de la ciudadanía. La conversación ya no puede limitarse a inventarios de emisiones ni a normas técnicas incomprensibles. La gente necesita respuestas claras a problemas profundamente tangibles: acceso al agua, salud, seguridad territorial, energía accesible, empleo digno, bienestar y futuro. Si quiere sobrevivir políticamente, el ambientalismo deberá hablar el lenguaje de la vida cotidiana.

En ese sentido, los ejes que se discutirán en la Conferencia resultan no solamente pertinentes, sino temas de la agenda pública urgentes.

Sustentabilidad e inclusión social, para reconocer que la degradación ambiental golpea con mayor fuerza a quienes menos tienen.

Valores e identidad, para insertar la agenda ecológica en el marco cultural mexicano, donde territorio, comunidad y familia son referentes esenciales.

Gestión comunitaria y acción popular, no como idealismo, sino como realidad: son las organizaciones de base quienes cuidan bosques, ríos, manglares y cultivos.

Conexiones rural-urbanas, porque la brecha entre campo y ciudad dejó de ser una frontera; hoy comparten los mismos desafíos de agua, suelo y energía.

Y, sobre todo, consenso y despolarización, quizá el reto político más complejo: construir un movimiento ambiental que se aleje del encono partidista y se acerque al bien común.

La acción climática en México no podrá avanzar si se queda en manos de unos cuantos. Requiere legitimidad social, arraigo local y la convicción de que cuidar el territorio no es una agenda de élites, sino un acto de supervivencia nacional.

El 9 de diciembre, en el corazón del Congreso, puede comenzar algo más profundo que una conferencia: una reconciliación entre la política ambiental y la ciudadanía. Si México logra construir un ambientalismo propio —culturalmente resonante, socialmente justo y políticamente incluyente— dejaremos atrás el discurso vacío para dar paso a un movimiento colectivo por un país más habitable.

Porque la lucha climática no se ganará con decretos, sino con personas.

Y si es una lucha de todos, debe discutirse en voz de todos.

Director ejecutivo de Entorno A TI

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Comentarios