Por Omar Alejandro Loera González

La histórica aprobación en la ONU de una resolución mexicana para impedir que la inteligencia artificial influya en decisiones nucleares confirma el regreso de México al centro del debate sobre seguridad estratégica global

El proyecto de resolución que México presentó el 1 de diciembre ante la Asamblea General podría parecer un trámite rutinario. No lo es. Por primera vez, la ONU adopta una iniciativa que busca impedir que la inteligencia artificial intervenga en decisiones sobre armas nucleares.

En un mundo marcado por automatización militar y creciente integración de algoritmos en sistemas de defensa, la resolución reconoce que delegar funciones críticas a máquinas podría generar errores irreversibles.

Durante décadas, las discusiones nucleares se centraron en balances de poder y lógicas de disuasión. Hoy, el riesgo ha mutado a sistemas autónomos y modelos de IA que comienzan a intervenir en procesos militares donde un fallo, un ciberataque o una lectura equivocada podrían detonar una escalada sin participación humana.

La resolución mexicana parte de un principio elemental: ninguna decisión sobre armas de destrucción masiva debe depender de algoritmos incapaces de comprender contextos políticos y dimensiones éticas del conflicto.

Lo extraordinario del proyecto no es solo su contenido, sino la continuidad diplomática. Este involucramiento responde a una tradición diplomática sólida. Desde el impulso al Tratado de Tlatelolco hasta su papel en el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, México ha construido un perfil de una potencia media que busca reducir riesgos y normar comportamientos internacionales.

La nueva resolución prolonga esa línea e introduce una dimensión inédita centrada en los peligros derivados de la convergencia entre inteligencia artificial y sistemas armamentísticos.

Las implicaciones regionales también son relevantes. En un hemisferio marcado por tensiones, actores no estatales, vehículos no tripulados y crecientes vulnerabilidades cibernéticas, la posibilidad de que algoritmos influyan en decisiones militares constituye una amenaza que ningún país puede ignorar. Al enfatizar la supervisión humana, la resolución establece un límite político y moral que protege a sociedades enteras ante un posible fallo tecnológico.

Conviene recordar que, al provenir de la Asamblea General, la resolución, aunque políticamente influyente, no es vinculante. No elimina arsenales ni detiene la modernización nuclear. Sin embargo, coloca sobre la mesa el principio crucial de que la automatización no puede sustituir al juicio humano en decisiones que comprometen la existencia de naciones.

La aprobación de esta iniciativa demuestra que, aún con poder militar limitado, un país con una tradición diplomática coherente puede moldear debates estratégicos en la arena internacional.

En tiempos donde la inteligencia artificial redefine la guerra y amplifica riesgos existenciales, México no solo levanta la mano: marca límites, fija principios y recuerda al mundo que el juicio humano sigue siendo la última barrera frente a la catástrofe.

En tiempos de automatización acelerada, esa defensa del criterio humano es, quizás, el acto más urgente —y más político— de todos.

Profesor de la División de Estudios Internacionales del CIDE