Es difícil suponer que alguien eligiera un gobierno para que entre otras cosas, miles de trabajadores del gobierno perdieran su empleo, que desapareciera el apoyo a guarderías, que disminuyera el presupuesto en salud y educación, en especial la universitaria, que desaparecieran empresas constructoras por no aplicarse por completo el presupuesto en construcción. Y lo más difícil de creer es que alguien votara por realizar acciones que disminuyeran el crecimiento y el empleo.

La actual administración presidencial está aplicando las políticas neoliberales de manera mucho más intensa que la llevada a cabo por cualquier otro gobierno anterior; la intensidad de su aplicación es apenas comparable con la política de Shock realizada por Augusto Pinochet en Chile a partir de septiembre de 1973, o por Miguel de la Madrid de 1982 a 1988. Este último limitó el gasto del gobierno a lo recaudado en impuestos, despidió trabajadores del gobierno y estancó los salarios, tal y como se está haciendo hoy en día. El presidente actual dijo que los salarios no aumentarán por debajo de la inflación, pero tampoco dijo que aumentarán por arriba, lo que equivale a estancar el salario real. Ningún gobierno se había atrevido a afectar al sector salud y a las universidades, pero el actual gobierno sin mayor preocupación inició su privatización. Reducir el presupuesto en tales sectores equivale a privatizarlos porque no dar los servicios con un mínimo indispensable de calidad obliga a la población a acudir al sector privado.

Después del desastre de país dejado por el neoliberalismo no era difícil esperar la derrota electoral de los gobiernos que habían aplicado dicho modelo, pero hábilmente la derecha supo arropar muy bien al nuevo ejecutor de la política neoliberal. El actual grupo en el poder se confía de los aplausos de los Estados Unidos, de la OCDE o del Banco Mundial, pero se necesitan más que aplausos para mejorar al país. Continuar con las mismas medidas como hasta ahora sólo reducirá aún más el crecimiento hasta caer en una crisis mucho más severa y prolongada que la de 1982-1986, en que por dos años la producción disminuyó -2%. Hasta 1993, se logró un crecimiento mayor al 5%, y ello gracias a la privatización de más de mil empresas del gobierno, la cual se financió en dólares, elevando así la entrada de divisas al país que detuvo la desenfrenada devaluación del peso, el cual pasó de 1982 a 1988, de poco más de 26 pesos por dólar a más de 3 mil pesos por dólar. El éxito del gobierno de Carlos Salinas para elevar el crecimiento se debió a que no aplicó el modelo neoliberal, sino todo lo contrario. Elevó el gasto del gobierno por encima de lo recibido en impuestos, aumentó el gasto en infraestructura, en especial el destinado al petróleo y entre otras obras se construyeron las carreteras México-Acapulco y la México-Guadalajara, parte de estas obras se pagaron con préstamos del Banco de México. No es casualidad que sólo hasta el final de dicha administración en abril de 1994, se decretó la autonomía del Banco Central. La autonomía del Banco de México le cerró el financiamiento al gobierno el cual tuvo que acudir al financiamiento privado nacional y extranjero. En consecuencia aumentó la deuda del gobierno. En 1982, la deuda externa era de poco más de 86 mil millones de dólares y por no poder pagarla se adoptó el neoliberalismo. En 2018 según el Banco Mundial, la deuda externa del gobierno es de casi 295 mil millones de dólares, la deuda interna es todavía mayor.

El menor crecimiento dejará menos impuestos y por tanto menor gasto, lo que volverá a reducir el crecimiento. La inversión extranjera directa disminuirá porque ésta aumenta sólo cuando más crece el país ¿Quién quiere invertir en un mercado interno cada vez más deprimido? La inversión extranjera de cartera proviene de la venta de bonos principalmente del gobierno y ello sólo significa más deuda externa. Si el país no dispone de suficientes divisas, entonces es inevitable la devaluación, la que elevará los precios que junto con el mercado interno estancado hará caer aún más la inversión. El próximo presidente recibirá un país con menor producción y empleo que al inicio de este sexenio, con una severa disminución de las reservas causada por la fuga de capitales que ya ha empezado. A lo anterior se suma la multiplicación de grupos armados que no puede controlar el Estado, llámense éstos autodefensas, cárteles, o simplemente delincuentes ¿Cómo se podrá resolver una crisis tan profunda como la que este gobierno está provocando? De no hacerlo se continuará por el mismo camino del empobrecimiento.

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