Alguna vez el historiador y especialista en relaciones internacionales, Andrew Bacevich, dijo que para Estados Unidos es, o debería ser, más importante fijar su atención en México que en Afganistán. Ahora que las tropas norteamericanas han abandonado sus cuarteles en esa nación y que el gobierno demócrata de Joe Biden parece tener más interés en lo que ocurre en su frontera sur, la afirmación de Bacevich puede cobrar un renovado sentido.

Pienso en ella en el marco de la Cumbre de Líderes de América del Norte, un encuentro que desde 2016 no se producía y que genera importantes expectativas por la paradoja que encierra la relación de Canadá y EU con México: nunca se ha tenido un nivel de integración económica y comercial tan elevado y nunca, tampoco, tantas y tan claras diferencias sobre temas estratégicos como el energético y, al mismo tiempo, posturas muy diferentes sobre lo que significa el desarrollo democrático y la promoción de los derechos humanos.

Ya hay suficientes datos que documentan que a pesar de que el gobierno mexicano aspira a ser “como Dinamarca”, en los hechos profesa admiración por modelos tristemente más cercanos, todos teñidos de populismo autoritario, cuando no abiertamente dictatoriales. El vecindario en el que se sentiría como en casa el mandatario mexicano se ubica entre Cuba, Nicaragua, Venezuela y Argentina, gobiernos amigos y “hermanos” que no son los preferidos de Canadá y Estados Unidos (tampoco de Dinamarca, por cierto).

Todo indica que —políticamente al menos— se sentiría mucho más cómodo si México no compartiera los 3 mil kilómetros de frontera con EU y este país no fuera su principal socio comercial. Para todo efecto, es perceptible que el Presidente López Obrador “no se halla” en Washington. Su discurso oscila permanentemente entre vaguedades, buenos deseos y fórmulas que deben resultar por lo menos desconcertantes para sus interlocutores norteamericanos (a Kamala Harris le manifestó, por ejemplo, como si no existieran las ventajas comparativas, que “para crecer en América del Norte, necesitamos producir lo que consumimos, lo que necesitamos; lo mismo debe ocurrir en todo el continente”).

Todos sabemos que lo verdaderamente trascendente en este tipo de encuentros ocurre tras bambalinas. Sin embargo, a reserva de que más adelante nos enteremos con precisión de las preocupaciones y temas que en corto abordaron López Obrador y Biden, deben tomarse en cuenta, y mucho, las palabras de este último, especialmente cuando dice que confía en que su alianza con el presidente mexicano demuestre que “las democracias pueden funcionar” frente el auge de modelos autocráticos como el chino.

Las palabras de Biden están dirigidas al mandatario de un país que acaba de ser sede de la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) teniendo como invitado especial, entre otros personajes, a Nicolás Maduro, dictador venezolano acusado de terrorismo y narcotráfico por Estados Unidos. Igualmente, la mención a China está muy lejos de ser casual, cuando también México, teniendo la Presidencia Pro Témpore de la CELAC, cursó una invitación al presidente de China, Xi Jinping, para pronunciar un discurso por video a dicha cumbre.

Al tema político hay que sumar —se haya tratado o no en forma privada— el tema de las energías limpias, pues queda claro que ante este López Obrador aparece también como un presidente que desentona: mientras que sus homólogos norteamericanos, Trudeau y Biden, hablaron durante su encuentro de la iniciativa estadounidense para incentivar la compra de vehículos eléctricos, el mexicano no puede hablar más que de la construcción de una nueva refinería y de su proyectada contrarreforma eléctrica que, de ser aprobada, nos pondría décadas atrás.

En la foto y para los medios internacionales, el encuentro de los líderes norteamericanos habrá resultado de maravilla, aunque es obvio que sus implicaciones más prácticas sólo se verán en el futuro. López Obrador puede optar por seguir desentonando, pero la realidad geográfica, política y económica del Tratado de Libre Comercio terminará imponiéndose en el largo plazo, más allá de los deseos y proyectos de la Cuarta Transformación.

@ArielGonzlez
FB: Ariel González Jiménez

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