Ya el camarada Mao lo había dicho con gran sabiduría: “Para mantenernos vinculados con las masas, debemos actuar de acuerdo con sus necesidades y deseos”. Se comprende que eso de “necesidades y deseos” puede tener muchas interpretaciones, pero los políticos populistas de todo el mundo saben olfatear rápidamente cuáles son. Para el caso mexicano, AMLO y su partido han determinado que no falten los apoyos mensuales de todo tipo; eso sí, debidamente supervisados por ese enorme ejército de “siervos de la nación” con chalequito color guinda que usted y yo pagamos con nuestros impuestos, y que identifica (ilegalmente, por cierto) al partido de Morena con el gobierno mismo, recordando las peores épocas de l PRI.

De otro modo, advirtió el (original) Gran Timonel, “nos aislaremos de las masas”. Y no hay nada peor que eso. De vez en cuando, entonces, todo dirigente populista que se respete debe salir a caminar y asolearse con ellas, a sudar en medio de la multitud y hablar ante ella con la grandilocuencia que Perón, Castro y otros iluminados tuvieron.

Pues bien, la marcha del 27 de noviembre fue una de esas extraordinarias ocasiones en que el líder se encuentra con las masas y se sumerge en ellas. Y todo lo que ahí sucedió ya fue debidamente comentado. Pero, ¿para qué sirvió? Más allá de la demostración de que puede llenar las calles y el Zócalo , para así “humillar” a sus adversarios, el Presidente y sus correligionarios le encontraron diversos usos a la movilización masiva.

Al propio jefe máximo, con gran cálculo, le sirvió como marco para bautizar su modelo de gobierno (o “eso que hacemos”, sea lo que esto sea) con una fórmula por demás vaga, pero harto eufónica a los oídos de sus feligreses: “Humanismo mexicano”. A los panistas les sonó como que estaba plagiando algo de sus principios, porque ciertamente el concepto ronda sus documentos centrales, especialmente la parte dedicada al “humanismo económico”. Pero le dedicó tan poco tiempo en su discurso a la exposición de su hallazgo retórico, que todos nos hemos quedado sin saber en qué consiste tal cosa. Y francamente no se ve que vaya a cuajar como gran fórmula para definir su gestión. Entiendo que él se imagina en los libros de historia asociado a una idea semejante, pero si no le pone mayor contenido difícilmente trascenderá y todo va a quedar como una gran ocurrencia dominical.

A Beatriz Gutiérrez Müller , la primera morenista del país –título que quizá no le disguste, puesto que el de primera dama lo ha rechazado sistemáticamente, aunque no en sus atribuciones y privilegios–, la marcha le sirvió para estrenar la playerita que pensó y diseñó un “fashionista” llamado Edy Smol. La frase, profundísima, “Mi partido es México”, quedó estampada en llamativas letras en la prenda que lució doña Beatriz. Realmente no tiene mucho de “diseño original”, bien podrían haberlo facturado con mayor ingenio en algún taller de Correo Mayor, pero qué puede saber uno de los elevados parámetros estéticos del Christian Dior de Morena.

Al diputado Fernández Noroña le sirvió para relanzar, muy humildemente, sus aspiraciones como candidato presidencial. Un pequeño grupo de simpatizantes suyos (para nada “acarreados”, porque no los hubo, ¿cierto?) corearon por ahí la frase que más le endulzó el oído al diputado petista: “Noroña Presidente”. Sabe perfectamente –eso esperamos– que de momento su deseo no se puede cumplir. Sobre la decadencia futura del país no podemos preveer nada, pero de todos modos su numerito del “autodestape” ya le aseguró un sitio en la marcha “histórica”.

Claudia Sheinbaum (“¡Pre-si-den-ta, Pre-si-den-ta!”) no vio mejor ocasión para proponer que la gesta del 27 de noviembre quede incluida en los libros de historia, primera puerta de entrada a la posteridad de su jefe y guía. Así, practica lo que más aprecia su jefe; la lisonja “histórica”. Nada como verse en el futuro, al lado de los grandes próceres y en los libros de texto. Bien, Claudia. Sigue en la línea correcta.

A Mario Delgado , en sintonía con su jefe, le ha sido útil para inventar que los que marcharon reconocen en Monreal a un traidor (cuando en realidad sólo había unas cuantas pancartas y una manta que se referían al senador zacatecano). Pero en fin, todo sea por seguir las instrucciones del jefe y de anticiparse a la “traición” (división) que ya ven venir, no sin algún temor.

Previendo este tipo de reacciones, el senador zacatecano, desde Madrid, elogió la marcha y hasta dijo que AMLO es el líder social más importante del México contemporáneo. Con semejante piropo político ha conseguido estirar más la liga de su ya imposible permanencia en Morena: tendrán que correrlo abiertamente o hacer algo que él de plano ya no pueda sobrellevar. Siendo el único que está a la altura de la imaginación política de López Obrador, este tendrá que ver cómo se las ingenia para no convertirlo en el expulsado del partido por la intolerancia y verticalidad de este.

Adán Augusto López y Marcelo Ebrard no le sacaron mayor partido a la marcha, pero sí salieron en la foto. El recomendado “baño de masas”, muy maoísta, lo tomaron sonriendo forzadamente, el primero, y con mucho histrionismo, el segundo.

Lo cierto es que la “marcha histórica” sirvió para todos los propósitos inmediatos. O lo que es lo mismo: nunca los que querían entrar a la historia se quedaron tan cortos.

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