Mientras convence o chantajea a los legisladores priistas –un poco de las dos cosas– para que voten a favor de la reforma eléctrica, el gobierno de la Cuarta Transformación nos deleitará unos días más con su cantaleta patriotera que ensalza la “memoria histórica” y exige perdón a los criminales ibéricos que hace 500 años nos invadieron (con la ayuda, dicho sea de paso, de miles de guerreros tlaxcaltecas y de otros pueblos oprimidos por los aztecas).

Viene el que antes se hacía llamar el Día de la Raza y, con este, la última gran ocasión para desplegar por todo lo alto las banderas del resentimiento nacionalista, revisar cáusticamente nuestra historia y tal vez hacer algunos nuevos anuncios –ya saben: renombrar plazas, quitar estatuas y monumentos y demás atrocidades– que sacien el apetito ignorante de quienes a estas alturas ya no se sienten ni siquiera mestizos, sino sólo descendientes de Moctezuma o Cuauhtémoc.

Se seguirá usando como pretexto de fondo el 500 aniversario de la caída de la gran Tenochtitlan y la gran invención de los supuestos 700 años de su fundación para proclamar por enésima vez la recuperación de la “memoria histórica”. Y asistiremos una vez más al reavivamiento de burdos y estúpidos rencores raciales, a través de una inmersión en la nueva historia patria –que el gran Marx Arriaga ya reescribe para los libros de texto– y que renueva el odio a los gachupines conquistadores (incapaces de pedir perdón) y exalta a los nobles aztecas (no a los montones de pueblos bajo su yugo).

Como ya vimos, se tardaron un año en encontrar una coyuntura favorable para anunciar que en lugar de la estatua de Colón y los frailes que lo acompañan se colocaría una pieza escultórica representando a una mujer. El momento inmejorable se los brindó el 12 de octubre, pero sobre todo la presencia del líder de Vox, Santiago Abascal, quien había venido a México para suscribir con un grupo de senadores panistas una histérica y desquiciada “Carta de Madrid” con la que buscan frenar el comunismo en la “Iberósfera” (whatever that means). Como se sabe, la ultraderechista organización que preside Abascal recientemente conmemoró los 500 años de la caída de Tenochtitlan diciendo que Hernán Cortés y sus aliados habían conseguido “liberar a millones de personas del régimen sanguinario y de terror de los aztecas”. Una vacilada más sobre el tema de la conquista, a la altura de los consabidos cinco siglos de resistencia indígena. ¿Qué mejor ocasión para que Claudia Sheinbaum anunciara que Colón no volvería a Reforma?

Por lo demás, la locura que asoma en todas esta decisiones y ocurrencias patrioteras ha sido proverbial y ha terminado en un desastre donde al final ni se pondrá la estatua de Tlali que fue repudiada desde un principio, ni se abrirá la ilusoria convocatoria que pedían algunas artistas para que una mujer reivindicara nuestras raíces, porque varios colectivos feministas, con mayores reflejos, ya intervinieron el pedestal para colocar una pieza que homenajea a las víctimas de feminicidio

La doctora Sheinbaum venía diciendo: “Con todo el apoyo del INAH anunciamos que en la Glorieta de Colón, muy pronto, ya cerca de este día 12 de octubre, que es el Día de la Raza, será el gran reconocimiento a los 500 años de resistencia de las mujeres indígenas en nuestro país”.

Es decir, la glorieta sigue siendo “de Colón”, aunque la estatua del navegante haya sido retirada; pero más me llama la atención que Claudia Sheinbaum siguiera hablando del Día de la Raza, que como se sabe fue instituido en tiempos del rey español Alfonso XIII (por ley en 1918) a través de la Unión Ibero-Americana con la idea de rendir homenaje “a la memoria del inmortal Cristóbal Colón” y para “exteriorizar la intimidad espiritual existente entre la Nación descubridora y civilizadora y las formadas en el suelo americano, hoy prósperos Estados”.

La Cuarta Transformación no quiere seguir esa celebración “conservadora” que desde 1928 (por iniciativa de José Vasconcelos, por cierto) se lleva a cabo en México. Y precisamente pensando en eso el jefe máximo, visionario como es, decretó (el 18 de diciembre de 2020) que en México el 12 de octubre es el “Día de la Nación Pluricultural”. Comprendo que el pueblo, a pesar de ser bueno y sabio, nomás no podrá repetir tan progresista denominación, pero la jefa de gobierno de la CDMX no puede equivocarse al respecto.

En todo esto, la 4T sigue los pasos de intachables líderes y patriotas sudamericanos como Hugo Chávez en Venezuela (donde el Día de la Raza pasó a ser el “Día de la Resistencia Indígena”) o Cristina Fernández de Kirchner en Argentina (quien además de remover el infamante Colón que había detrás de la Casa Rosada renombró el 12 de octubre como “Día del respeto a la diversidad cultural”).

Ahora bien, me pregunto, sin ánimo de enturbiar la noble celebración decretada por el Presidente López Obrador, ¿por qué el 12 de octubre? ¿Qué pasó ese día? ¿Necesitábamos que llegara –encima por accidente– el depredador, esclavista y miserable almirante genovés cuyo bronce acabamos por fin de quitar de Reforma para que existiéramos como “nación pluricultural”? ¿Por qué atenernos a las fechas que celebraron siempre los colonizadores?

No sé qué dirá de esto el jefe nato de la 4T (si es que se entera), pero me temo que su sensibilidad patria lo está metiendo en honduras. Es lo malo de la demagogia y la propaganda cuando se meten a los terrenos de la historia: necesitan muchas justificaciones y respuestas. Suerte con eso.

@ArielGonzlez
FB:Ariel González Jiménez

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