Chicago, Illinois. – Luego de las convenciones de los partidos republicano y demócrata donde se eligieron candidatos a la presidencia y vicepresidencia, la carrera a la Casa Blanca comienza su fase final. El 3 de noviembre se decidirá si Donald Trump se queda en el poder 4 años más, o si Joe Biden establece un gobierno de transición que abra la puerta a las nuevas generaciones.

Así se espera el mensaje electoral. Demócratas: culpar al presidente Trump del mal manejo de la pandemia que ha dejado 183,000 muertes y más de 6 millones de contagios, así como restaurar valores en la presidencia con lo que Biden denomina “la lucha por el alma de la nación. Republicanos: culpar a los demócratas de la violencia, disturbios y saqueos ocurridos como consecuencia de las tensiones raciales, presentando a Trump como el candidato de la “ley y el orden”, quien evitará el colapso del estado de derecho y del estilo de vida de los estadounidenses.

Las encuestas nacionales dan una ventaja a Biden de 7 puntos porcentuales, una reducción de los 9 a 11 puntos antes de las convenciones. No obstante, estas tendencias no necesariamente reflejan el potencial resultado. Ya que Estados Unidos tiene un sistema indirecto, no de voto universal, para elegir al presidente a través del Colegio Electoral, es fundamental seguir con lupa las preferencias en estados pendulares -que no garantizan la victoria a ningún partido como ocurre en el Medio Oeste y la Florida.

Con la polarización que existe en este país es muy difícil hacer cambiar de parecer a alguien sobre por quién votarán. Más bien, la retórica de los aspirantes estará encaminada a movilizar a sus simpatizantes para sufragar. Para ello, la infusión del miedo y el enojo serán herramientas fundamentales para motivar a sus bases partidistas. Unos agitarán los ánimos para recuperar el país de valores, que lideraba al mundo con humanismo, y el bando contrario dirá que hay que evitar que la agenda socialista de los demócratas fulmine el proyecto nacional estadounidense fundado en el progreso individual y la paz interna.

Otro elemento relevante será el voto postal, convertido en una herramienta valiosísima para sufragar y evitar contagios por la pandemia de COVID-19. Decenas de estados han flexibilizado sus legislaciones para facilitar el voto por correo. Para los demócratas es imperativo movilizar a los votantes y que los sufragios lleguen.

El presidente Trump sabe que una participación copiosa en la elección puede llevarlo a la derrota. Por ello ha acusado, sin evidencia, que el uso masivo del voto postal conducirá a un enorme fraude electoral. Por ahora, ha saboteado al Servicio Postal de los Estados Unidos restándole presupuesto y retirándole infraestructura vital para transportar y procesar en tiempo los votos emitidos por correo. Trump, como otros tramposos y cobardes, acusa un fraude no porque vea venir uno sino para sembrar la semilla de la duda que le permita rechazar los resultados si éstos no son de su agrado.

La campaña será sin cuartel entre ambos partidos, pero en vista de las condiciones excepcionales que impone la pandemia, y de la personalidad única de hombre en el poder, es posible que Estados Unidos se una a las repúblicas bananeras al tener una crisis constitucional en caso de que tengamos un gran conflicto postelectoral.

La solución para evitar ese desenlace es salir a votar en grandes números para que el resultado sea tan contundente que no haya de otra más que reconocer la voluntad popular.

@ARLOpinion

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