Llegó la fecha en la que los muertos cobran vida. Aunque la añoranza acompaña al recuerdo, pusimos una ofrenda y compartimos unos instantes junto a la luz de las velas. En los altares de las casas mexicanas hay muchas fotografías de mujeres: las hijas, hermanas, amigas, madres y amadas de alguien. Son mujeres que han muerto a causa de la violencia de género. Son memorias amargas de injusticia, impotencia e impunidad

En México se registran nueve feminicidios diarios. Nueve es la cifra, pero detrás de este número hay un nombre, una historia y una mujer que no tiene por qué estar muerta. Es fundamental saber cuántas, saber quiénes, castigar al culpable. El feminicidio es el asesinato de una mujer por el hecho de serlo. Es una consecuencia de un problema grave y sistémico de violencia de género.

Vivimos en una sociedad en la que el sexismo, la misoginia y la discriminación hacia las mujeres todavía es pan de todos los días. De acuerdo con la Organización de las Naciona Unidas (ONU), seis de cada 10 mexicanas ha tenido un incidente de violencia en algún momento de su vida. Es alarmante la gran cantidad de mujeres que conocían al perpetrador del abuso; en la mayoría de los casos su pareja.

A las víctimas de feminicidio no sólo se les arrebata la vida, se les niega el derecho a la justicia. Muchos casos de feminicidios quedan impunes y los culpables ni siquiera son procesados. Es necesario impartir la justicia con perspectiva de género para cada una de las víctimas, tipificar correctamente la violencia, atender y dar seguimiento a todos los casos, entender la raíz del problema y generar un plan estratégico para la reducción y futura eliminación de la violencia de género.

Cuando la violencia escala, la respuesta no está en maquillar las estadísticas, culpar a las mujeres, ignorar el problema o guardar silencio. El principio de la respuesta está en hacer consciencia de que nos están matando y no podemos quedarnos con las manos cruzadas. No más violencia sin respuesta, no más crímenes en impunidad, no más víctimas de feminicidios en nuestras ofrendas. Necesitamos un presente del que nos sintamos orgullosos, en el que la verdad, el respeto a los derechos humanos y la justicia prevalezcan.

Me levanto con todas las activistas que día a día investigan y acompañan a las familias de las muertas y las desaparecidas; agradezco el empeño de las redes de mujeres que trabajan para cambiar esta realidad; aplaudo las aulas en las que se educa para la paz y a todas las familias que inculcan valores de respeto, igualdad y tolerancia. Escribamos juntos otra historia caracterizada por la dignidad humana.

Este noviembre los invito a recordar a todas las mujeres víctimas de la violencia de género, que deberían estar viviendo en plenitud y no ocupando un lugar en nuestras ofrendas. Honremos su memoria. Celebremos su espíritu y su vida, pero también dejemos que sean un triste recordatorio de que es imperativo ponerle un alto a los feminicidios. Cero tolerancia a la violencia de género.

Empresaria, inversionista de impacto y defensora de los derechos de la mujer

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