El 25 de noviembre, Día Naranja, iniciaron los 16 días de activismo contra la violencia de género. El objetivo es unir esfuerzos e impulsar acciones dirigidas a prevenir y eliminar la violencia hacia niñas y mujeres.

México es el país donde dos de cada tres mujeres han sufrido un episodio de violencia en su vida y mueren nueve mujeres al día. Los medios de comunicación se preocupan más por el aerosol en estatuas que por la raíz de un problema sistémico y con tendencia ascendente. Aquí culpan a las mujeres de su propia muerte: Eso le pasa por caminar sola. Se lo buscó por ir vestida así.

Nadie se escapa de la violencia de género. Siempre te van a insultar, a juzgar, a ofender. ¿Por qué? Porque eres mujer, porque hay cosas que a una cultura machista le incomodan. Si eres fuerte, estratégica y asertiva para ellos es sinónimo de arpía y manipuladora.

En mi caso, inventan que también soy asesina. Yo levanto la voz en contra de la terrible violencia de género que vivimos las mujeres para generar conciencia; por mis hijas y todas las niñas que merecen crecer en un mundo más justo.

Durante muchos años he sido atacada de manera despiadada por una campaña de desprestigio en mi contra.

Ha sido un esfuerzo perfectamente organizado para manchar mi imagen. No soy la primera persona cuyo divorcio es asunto público, pero me llama la atención la naturaleza de los ataques. Si yo fuera hombre, jamás me llamarían bruja ni sacarían conclusiones falsas de un envenenamiento con brebajes o un supuesto amante.

Esas son acusaciones derivadas de una cultura machista que siempre coloca a la mujer en un lugar inferior y se engolosina con la idea de causarle dolor. Todavía hay espacios que se consideran “de hombres” y participar o ser exitosa en ellos no es bien recibido.

Si nos atacan por defender una postura igualitaria y por denunciar los actos de violencia en nuestra contra, hablaremos más fuerte. Retar el orden establecido nunca ha sido fácil, pero es momento de dejar de alimentar un sistema desigual, sexista, discriminatorio, violento y brutal.

Esto es sólo un ejemplo de la abominable violencia de género en nuestro país. Es un reflejo. Mi caso va a pasar, probablemente en unas semanas nadie lo recuerde, pero el problema va a persistir. Todas seguiremos en situación de riesgo. Hoy soy yo, pero mañana puede ser cualquiera de nosotras. No todas estaremos vivas para hablar de resiliencia y esperanza. A esto estamos expuestas las mujeres sin importar a qué nos dedicamos o de dónde venimos.

Lamentablemente, la mayoría lo sufre en silencio, mordiéndose los labios y temblando de miedo. Las batallas que cada mujer enfrenta día con día son distintas, pero todas son válidas y ninguna forma de violencia debe ser aceptada.

Es muy importante darle visibilidad a un problema presente en todos los ámbitos, público y privado.

No es nuestra culpa que nos estén constantemente violentando y discriminando. No es nuestra culpa que nos estén matando, pero sí es nuestra responsabilidad tomar cartas en el asunto. No le restemos importancia al problema. La violencia de género trepa, escala, penetra y sus consecuencias son fatales. Esa bestia se alimenta del miedo. Ninguna mujer estará a salvo si no abrimos los ojos y levantamos la voz.

Empresaria, inversionista de impacto y defensora de los derechos de la mujer. 

***Foto/CARLOS ZEPEDA. EL UNIVERSAL

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