Siempre será motivo de orgullo saber que las nuevas generaciones cuentan con referentes y modelos a seguir, que son sinónimo de disciplina, profesionalismo y entrega. Cuando se trata de mujeres, el mérito de destacar en áreas tradicionalmente asignadas a los hombres es mayor. En una sociedad marcada por intensas desigualdades de género, llegar a la cúspide implica sortear más obstáculos.

El ámbito deportivo no es la excepción; mujeres mexicanas que contra todo pronóstico han conseguido situarse en la élite mundial de sus disciplinas, también han dejado grandes hazañas escritas en la historia del deporte mexicano. Figuras femeninas como la golfista Lorena Ochoa o la raquetbolista Paola Longoria son ejemplos.

Con motivo de la celebración de los Juegos Olímpicos de Tokio, vale la pena destacar el legado de las mujeres mexicanas en la máxima fiesta atlética del mundo.

México, una nación con una tradición olímpica discreta, ha tenido como mejores participaciones olímpicas las ediciones de 1968 y 2012, donde los atletas nacionales cosecharon nueve y ocho medallas respectivamente. Sin embargo, cada cuatro años hay algo que distingue a nuestros deportistas: la entrega, la disciplina y la constancia, que se ven traducidas en hazañas épicas. Los logros de las mujeres en los Juegos Olímpicos han sido más notables desde principios de siglo.

Hasta la justa de Río de Janeiro 2016, 394 mujeres formaron parte de los contingentes mexicanos en Juegos Olímpicos, teniendo la máxima participación femenina en Atenas 2004 con 50 atletas. Fue hasta esta edición que se empezó a equilibrar la composición de género dentro de las delegaciones mexicanas.

A partir de la edición de Sidney 2000, el deporte mexicano dio un giro. En aquel año, la halterista Soraya Jiménez se convirtió en campeona olímpica y primera medallista aurea mexicana. Ocho años después en Beijing, le siguió la taekwondoín María del Rosario Espinoza, multimedallista y máxima ganadora mujer de metales en la historia de juegos Olímpicos para México. Y por si eso no bastara, desde el año 2000, 55% de las medallas obtenidas por México han sido de mujeres: 15 de 27 totales y dos de ellas doradas.

A través del deporte también se rompen barreras de género. Cómo olvidar el año 1900 en Paris, cuando 22 mujeres participaron en los Juegos Olímpicos y rompieron la era del barón Pierre de Coubertin, fundador de los juegos modernos y férreo opositor de la incursión femenina en los deportes.

Resulta imperativo apoyar a las mujeres en el deporte para que haya más atletas mexicanas exitosas. Queremos otra Eugenia Escudero, primera mujer a nivel mundial abanderada de una delegación olímpica nacional; otra Enriqueta Basilio Sotelo, primera mujer portadora de la antorcha, quien además encendió la llama olímpica en los Juegos Olímpicos de México 1968; u otras María del Pilar Roldán y María Teresa Ramírez, quienes se inmortalizaron como las primeras medallistas mexicanas.

La atleta mexicana ha evolucionado y asimilado su rol protagónico dentro del deporte nacional, constituyéndose además como referente de las nuevas generaciones y orgullo de las glorias deportivas nacionales. Sin embargo, es necesario que también a través de su función como atletas de élite mundial impulsen a las niñas y jóvenes a alcanzar sus metas sin permitir que nada ni nadie se los impida. Las atletas, son modelos a seguir e impulsoras del empoderamiento femenino. Las atletas mexicanas son una fuente de inspiración y estaremos apoyándolas en los Juegos Olímpicos de Tokio.

Empresaria, inversionista de impacto y defensora de los derechos de la mujer.

Google News

TEMAS RELACIONADOS