Cuesta pensarlo, decirlo y más escribirlo, pero es una realidad: las mujeres estamos en desventaja en diversos frentes de la vida. Ya sea en cuestiones económicas, laborales, familiares o educativas, es innegable la existencia de la brecha de género.

“¿Por qué un sexo tan adinerado y tan pobre el otro?”, escribió la gran Virginia Woolf. Una frase lapidaria que, un siglo después, sigue vigente en tiempos pandémicos porque millones de mujeres no forman parte del sistema financiero. Situación que las coloca en desventaja y les impide alcanzar pleno potencial.

Dicho de otra manera: la exclusión financiera es una cara de la brecha de género, pero también es el origen de muchas otras limitantes y desventajas que una mujer enfrenta en pleno siglo XXI.

Una forma de medir el desarrollo de una economía es su índice de bancarización, es decir, cuántas personas tienen acceso a los beneficios del sistema financiero. Esto es algo que, indudablemente, ha mejorado con la enorme penetración que han tenido los teléfonos inteligentes y las tecnologías móviles. Sin embargo, la democratización de la tecnología —en términos de ingreso— ha sido menos democrática en cuanto a género.

Cifras oficiales y estudios recientes indican que el sexo femenino representa 55% de la población mundial no bancarizada.

El no tener acceso a servicios financieros te hace invisible ante el mundo, ante el mercado, ante la posibilidad de tener un crédito, hace más caro el dinero, abarata el trabajo, se impide el registro de las horas, los días y los años que una mujer trabaja de sol a sol; el ser invisible financieramente te hace, poco a poco, invisible para el mundo.

En contraste, el acceso a servicios financieros es una herramienta probada para erradicar la pobreza, por eso, la inclusión de más mujeres a la economía formal, a la visibilidad financiera, debería ser prioridad nacional.

Economías más desarrolladas, como las de la zona Euro, e incluso en África, registran índices de bancarización de 94% para las mujeres.

Esto les permite avanzar a velocidades mayores y lograr mejores resultados económicos.

En México hemos caído en el error de pensar que al otorgar a las mujeres una tarjeta para obtener los apoyos sociales se está generando inclusión financiera. Esto no es del todo cierto, ya que sólo se está haciendo una transferencia de un subsidio, un medio de pago, el cual no está combatiendo la brecha existente o aumentando la bancarización.

Es cierto: las mujeres gastan mejor y son más responsables con cada centavo, pero responsabilizarlas de una transferencia con el noble objetivo de combatir la desigualdad no es lo mismo que empoderarlas al tener identidad financiera.

Nada sumaría más al crecimiento económico mexicano que combatir —en serio, sin poses ni retórica— la brecha de género. El PIB de México podría aumentar 70% si lográramos ejercer políticas y acciones que rompieran techos de cristal que terminan siendo de hierro. Hacerlo representa un ganar-ganar para todos, porque su resultado es el crecimiento económico y la construcción de una sociedad mejor, una más equilibrada.

Para dimensionar el reto: el Global Gender Gap Report 2020, elaborado por el World Economic Forum, colocó a la economía de México en el sitio 124 de 153 países, en lo que a brecha de género se refiere. En México, 58% de hombres son propietarios de activos, por un lejano 34% de las mujeres. En fin, en todos los renglones, las mujeres se encuentran en desventaja.

Empresaria, inversionista de impacto y defensora de los derechos de la mujer.

Google News

TEMAS RELACIONADOS