La pandemia de Covid-19 traerá dolor, pérdidas y nuevos escenarios en materia de salud, economía, vida social y política.

Nos ha forzado a hacer un alto al ritmo voraz de las actividades cotidianas para reconocer nuestra propia vulnerabilidad y la importancia de mantener vínculos genuinos con nuestros semejantes.

Enfrentaremos desafíos sin precedente para reconstruir nuestra vida en común y mantener la esperanza de un futuro compartido.

Hasta hoy, hemos dado prioridad a la rentabilidad económica y descuidado fundamentos de bienestar comunitario; es vital reconstruir el tejido social.

En nuestro país, la desigualdad y la violencia han aumentado y tendido a normalizarse.

Es ahora tiempo de crear nuevos modelos que conduzcan a la sustentabilidad social para construir un frente común en contra de la desigualdad y la exclusión.

Sin duda, la cuestión más apremiante en estos momentos es apoyar a la población que experimenta mayores riesgos de deterioro en sus formas de vida: personas de la tercera edad, migrantes o desplazadas de sus lugares de origen, los millones de trabajadores que se encuentran en la informalidad, madres de familia que enfrentan una doble jornada.

Los datos son desoladores. ONU Mujeres, en su informe titulado Covid-19 en América Latina y el Caribe: cómo incorporar a las mujeres y la igualdad de género en la gestión de la respuesta a la crisis, advierte que la pandemia tiene un impacto particularmente negativo en el ingreso de la población femenina, ya que reduce drásticamente las actividades económicas y de subsistencia en las que muchas mujeres se desarrollan, como el comercio y el turismo.

Las trabajadoras informales pierden su sustento de vida de forma casi inmediata, sin posibilidad de sustituir el ingreso diario.

Crear oportunidades donde crece el desánimo y la incertidumbre es una tarea compleja y es tarea de todos. Sólo juntos podremos superar los retos que se avecinan. Hemos demostrado en el confinamiento nuestra resiliencia y adaptación.

Las medidas de distanciamiento exigieron romper con los esquemas habituales de operación y trabajar eficientemente de manera remota.

Hemos logrado reorganizar nuestros ambientes laborales y desempeñarnos en modalidades que nos mantienen físicamente distantes, pero unidos, en colaboración. Se han reforzado los valores de solidaridad y reciprocidad.

Sin embargo, no todo es un nuevo comienzo.

Dentro del sector empresarial algunos hemos desafiado esquemas tradicionales de operación para fomentar la equidad y construir ambientes laborales libres de discriminación.

Trabajamos sin tregua por la erradicación de la injusticia laboral contra mujeres y grupos sociales minoritarios o desfavorecidos.

El liderazgo a favor de la inclusión y la responsabilidad social corporativa ha generado cadenas de valor y bienestar para los trabajadores y sus familias con claros beneficios para sus comunidades.

Esta nueva visión empresarial redunda en mayor productividad y rentabilidad para las empresas. Los fundamentos que hemos construido y otros que habrán de idearse, nos permitirán, como humanidad, rediseñar mejores sociedades.

Empresaria, inversionista de impacto y defensora de los derechos de la mujer

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