Este año se celebró la edición número 50 del Foro Económico Mundial en Davos. El objetivo de 2020 es construir un mundo más sostenible. Uno de los desafíos clave es la creación de una economía más inclusiva que haga frente a la terrible desigualdad. Esto no será posible sin colocar el tema de género como una prioridad en la agenda.

Los datos acerca de la desigualdad son verdaderamente alarmantes. De acuerdo con el último informe de Oxfam, 1% de la población posee más del doble de riqueza que 6 mil 900 millones de personas. Un alto porcentaje de la población vive en condiciones de pobreza extrema, mientras que otro mucho más reducido continúa acumulando riqueza, alcanzando un récord histórico.

Si bien la desigualdad económica genera desestabilidad en toda la estructura social, hay sectores que tienen mayor desventaja. Los grupos poblacionales vulnerables se ven más afectados. Lamentablemente, también las mujeres. Las mujeres son un pilar fundamental en la construcción de la sociedad y, aun así, son las que menos se benefician del sistema económico. Los 22 hombres más ricos del mundo tienen más riqueza que todas las mujeres en África.

La desigualdad es sexista porque definitivamente la pobreza tiene un rostro femenino. Las diferencias de género impactan de manera negativa las condiciones de vida de las mujeres a través de una distribución desigual de los recursos. Algunos aspectos de la pobreza están vinculados al género, como el acceso al crédito, a una propiedad, a un trabajo bien remunerado, a una educación de calidad y a la participación en las decisiones del hogar, entre otros.

De acuerdo con el último estudio del Coneval llamado Pobreza y Género en México, los hogares con jefatura femenina se asocian también con mayor vulnerabilidad sociodemográfica e incluso mayores porcentajes de pobreza.

La desigualdad económica sumada a la desigualdad de género, atrapa a las mujeres en un círculo vicioso del que es muy difícil salir y causa estragos negativos en toda la sociedad. Mientras las mujeres sigan siendo discriminadas, violentadas, ignoradas y representando los hogares más pobres jamás podremos avanzar hacia un desarrollo sostenible.

Nos enfrentamos a marcadas desigualdades que sostienen una estructura de poder en beneficio de muy pocos. No podemos quedarnos cruzados de brazos mientras un grupo reducido de personas, en su mayoría hombres, siguen acumulando riqueza mientras que millones de personas no tienen acceso a la educación, a servicios de salud y enfrentan una crisis alimentaria.

La perspectiva de género es fundamental en el desarrollo de estrategias para combatir la desigualdad. Es importante deconstruir las ideas arcaicas que alimentan un sistema sexista. Para impulsar un modelo económico más inclusivo es necesario reducir las brechas de género y romper con estereotipos. Necesitamos respuestas urgentes, con propuestas integrales que partan de un análisis crítico, profundo y contextual.

Empresaria, inversionista de impacto y defensora de los derechos de la mujer

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