No cabe duda que estamos atravesando por un momento difícil como humanidad. El Covid-19 fue declarado pandemia por la Organización Mundial de la Salud y, con ello, los gobiernos sensatos están implementando estrategias para extremar precauciones y mantener la salud de sus habitantes como máxima prioridad.

Además de medidas de higiene, la recomendación ha sido quedarse en casa, limitar al máximo el contacto social y, por supuesto evitar asistir a eventos públicos. Lo más preocupante en el comportamiento de este virus es la alta tasa de contagio.

Los grupos marginados son los más afectados en relación con la exposición al virus, la atención medica tardía, el incremento de la violencia y la desestabilización económica.

Cuando una crisis aparece nuestra rutina se detiene por completo, da un giro inesperado y en el aislamiento se hace visible aquello que la mayor parte del tiempo pasamos por desapercibido. El confinamiento puede intensificar conductas violentas y actitudes domésticas que colocan a la mujer en una posición más vulnerable. Las desigualdades de género se hacen más evidentes.

Para muchas mujeres, el aislamiento no sólo implica un aumento de estrés, sino un encierro total con su agresor, y una exposición mayor a agresiones físicas, sexuales y psicológicas. Al mismo tiempo en que lidiamos con el Covid-19 para disminuir la tasa de contagio, no debemos olvidar un problema grave en el ámbito doméstico: la violencia de genero. Dentro del plan de respuesta ante esta crisis de salud, se debe incluir atención psicológica para mitigar el pánico y brindar apoyo a las mujeres que atraviesan por una situación de violencia. Nosotros debemos estar pendientes de las mujeres que nos rodean que han tenido algún tipo de antecedente violento, para evitar que la cuarentena se convierta en una cámara de tortura y tenga consecuencias fatídicas.

La compasión y la empatía deben estar más presentes que nunca. Esta coyuntura es un parteaguas en nuestra historia, nos orilla a replantearnos la manera en la que pensamos y actuamos.

Es momento de acallar el ruido exterior para conectar con nuestro centro, tomar una pausa y restablecer prioridades. Más allá del miedo que estamos sintiendo, abramos el corazón para escuchar el mensaje. Es una invitación a olvidar las diferencias, concentrarnos en lo que nos une como seres humanos y entre todos proteger la vida.

Es momento de llevar a cabo cambios en la manera en la que consumimos y nos relacionamos con nuestro entorno; avanzar hacia un sistema económico que también considere el impacto social y ambiental; tenemos que dejar atrás el egoísmo para abrazar nuestro lado más humano y resaltar valores que nos unan en lugar de separarnos.

Es hora de hacer una pausa y entender que vivir no se trata solamente de ser muy productivo para poder tener más y hacer más. Aceptemos la vulnerabilidad humana.

El Covid-19 no discrimina; todos estamos expuestos sin importar raza, género o condición social. Nos recuerda que antes de cualquier otra cosa todos somos humanos.

Seamos responsables de nuestras propias acciones.

Mantengamos la paz desde nuestro interior y pongamos atención en cómo perpetuamos conductas nocivas para dejar de hacerlo. Esto también es un aprendizaje. No debemos dar nada por sentado, no podemos seguir con una mentalidad individualista y caer en la indiferencia.

Ahora que todavía podemos, seamos más solidarios.

Empresaria, inversionista de impacto y defensora de los derechos de la mujer

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