José Julio Sedano y Leguizamo, en el auge de sus peripecias, proclamó haber nacido en Cuernavaca y ser vástago de la unión entre Maximiliano de Habsburgo y la mítica “India Bonita”. La verdadera historia es que el impostor nació el 7 de agosto de 1866 en Pachuca, Hidalgo, y fue el sexto y último hijo de Ignacio Sedano y María Ana Leguizamo, datos que aparecen en diversos documentos legales y en un escrito de su puño y letra hecho poco antes de su muerte.

Según reportes genealógicos y diarios de la época, Sedano creció en una familia de clase trabajadora, al ser su padre empleado del ferrocarril. Luego de algunos años, éste sería ascendido a superintendente, lo que solventó la economía familiar. Para Julio, la estabilidad se vio reflejada en su cultura y en su dominio del francés. Sin embargo, las cosas cambiaron cuando el joven tenía 20 años, tras el súbito fallecimiento de su padre. De su madre es poco lo que dicen las fuentes, pero es cierto que no habitó en Cuernavaca ni fue amante del emperador del Segundo Imperio.

Siguiendo la tradición familiar, Sedano consiguió un puesto en el sector ferrocarrilero, en específico en la estación San Lázaro del Interoceánico, la vía que conectaba al Golfo de México con el Océano Pacífico. A mediados de 1889 contrajo nupcias con María Teresa Cecaldi, con quien tendría dos hijos, José Ignacio y Sara. El matrimonio concluyó con la repentina muerte de Cecaldi el 8 de diciembre de 1891. Viudo, y con niños que cuidar, Sedano iniciaría la más infame de sus facetas.

José Julio Sedano y Leguizamo
José Julio Sedano y Leguizamo

La relativa comodidad que le trajo su profesión no le bastaron para saciar sus ambiciones. Así, se presentaría ante la alta sociedad como un férreo creyente y un monárquico a destiempo. Más allá de cualquier convicción o ideal, seguramente asumió esta posición para intentar acceder a la élite porfiriana, quien a pesar de deberle en gran medida su prosperidad al triunfo del liberalismo, percibía en los títulos nobiliarios cierta aura de grandeza.

En una carta dirigida a Sebastián Bernardo de Mier —embajador de México en Francia— del 14 de julio de 1910, se denunció que Sedano había huido al extranjero 14 años antes, acusado de ser copartícipe de un robo masivo en perjuicio de la empresa ferroviaria, llevándose todas las cuentas de boletos, además de otros tantos desvíos. En esta misma misiva se le advirtió al funcionario que tuviera cuidado de su “mucha facilidad de palabra”.

Poco después de su llegada a Europa, Sedano, buscando dejar atrás su pasado, abandonó a sus hijos y se casó con la francesa Ana María de Beus. Su nombre empezaría a figurar en los periódicos desde 1900 como un presunto representante oficial para asuntos comerciales en la Feria Mundial de París, ocupación de la que no existe ningún registro. De hecho, una revisión en el Archivo Histórico Genaro Estrada demuestra que, en contra de sus afirmaciones, nunca integró nuestro Servicio Exterior.

En realidad, Sedano intentaría sobrevivir desempeñando precarias labores de intérprete y mesero. Pronto su carisma e inventiva lo llevaría a congraciarse con el entonces llamado “príncipe de los poetas”: Rubén Darío. Fue tal su habilidad que, desde 1901, el supuesto descendiente de Maximiliano ejercía como su secretario particular, cuando el nicaragüense era canciller en el consulado de su país, convirtiéndose, en poco tiempo, en uno de sus más íntimos confidentes. No obstante, se rumoreaba que una de sus primeras habilidades fue ser diestro en falsificar su firma.

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