Para enero de 1961, David Alfaro Siquieros llevaba más de cuatro meses recluido en Lecumberri, acusado de disolución social: “Yo siempre he fluctuado entre la actividad política, por la física y la actividad artística. Tengo la impresión de que el gobierno, con su idiota represión en contra mía, me ha devuelto definitivamente a la política. (…) Fue la acción salvaje del gobierno contra los ferrocarrileros lo que me impelió en la fundación y actividades del Comité de los Presos Políticos y las Libertades Constitucionales. Con mi tradición política, ¿cómo podía yo negarme a dar mi contribución personal a un movimiento de tal manera trascendente para la vida democrática de mi país? La acción de los ferrocarrileros significaba, simplemente, con toda la simplicidad imaginable, la lucha inicial de los mejores obreros de México, de los más conscientes, por sacar al movimiento sindical de ese horrendo pozo negro de corrupción que existe en nuestro país”.

La llegada a México de Pablo Neruda el 5 de enero alimentó las esperanzas de los simpatizantes del muralista y, en particular, de su esposa, Angélica Arenal, del inicio de una campaña de protesta. Sin embargo, Arenal sufrió una primera decepción cuando el poeta se negó a acudir a la prisión y se limitó a mandar un libro “con una dedicatoria cariñosa. La dedicatoria de un viejo amigo”.

Tres días después se entrevistó con López Mateos. Tras salir de Los Pinos, no quiso relatar de qué había tratado su conversación. Al contrario, recordó su vieja amistad con el mandatario, lo describió poseedor de “un espíritu moderno, de nuestra época, muy lejos de aquellos otros mandatarios que por desgracia todavía abundan en nuestra América y que se comportan como si viviesen en las cavernas” y manifestó su fe de que mantuviera el apoyo al régimen de Fidel Castro. Al ser cuestionado sobre John F. Kennedy, el próximo presidente de los Estados Unidos, señaló: “Es una esperanza. No tanto (…) por las declaraciones que ha emitido, sino porque llega sin ataduras. En toda América Latina a pesar de que no se diferenciaba mucho a Kennedy en sus opiniones con respecto a Nixon, hubo un movimiento de simpatía a su favor. Pronto se ha señalado el joven senador (…) como el candidato de nuestros pueblos”.

Al preguntarle sobre la prisión de su antiguo camarada, declaró: “Haré todo lo posible para que sea liberado Siqueiros. Es un pintor extraordinariamente admirado en nuestra América (…) Yo quiero que esté libre para que continúe su pintura. Y más ahora que está en pleno vigor. Haría lo indecible porque Orozco y Rivera revivieran, a fin de que volviesen a pintar. Y me parece que es mucho más fácil sacar de la prisión a Siqueiros. Pero ni lo uno ni lo otro depende de mí”.

Neruda salió del país el día 9 sin hacer ya mayor gestión. Ese día arribó al Aeropuerto Central acompañado por el político César Martino y por Arenal, efectuó sus trámites migratorios y abordó un Britania de Canadian Pacific Airlines con destino a Chile. Mientras esperaba el despegue, según recuerda Raquel Tibol, escribió sobre las rodillas el poema “A Siqueiros, al partir”. Era su manera de resarcir en algo la culpa por no haber atendido las peticiones de Arenal, por cumplir las órdenes de Castro de estrechar lazos con López Mateos y mandar señales de amistad al próximo gobernante estadounidense.

En sus recuerdos, Siqueiros dejó anotado: “Ha pasado rápidamente Neruda por México. No pudo venirme a ver, pero me dejó este poema: Aquí te dejo con la luz de enero,/el corazón de Cuba libertada/y, Siqueiros, no olvides que te espero/en mi Patria volcánica y nevada./ He visto tu pintura encarcelada/que es como encarcelar la llamarada/ ¡Y me duele al partir el desafuero!/Tu pintura es la Patria bienamada./ México está contigo prisionero”.