María de los Ángeles Farías

ya no se despegó del Barrio Universitario. Sin ser miembro formal de la Unión de Estudiantes Pro Obrero y Campesino, ya que no era una bachiller acreditada, se sumó a sus trabajos, e hizo de San Ildefonso su segunda casa.

Durante los debates por la educación socialista en 1933, Febronia defendió la libertad de cátedra y apoyó al rector Manuel Gómez Morin, lo que la alejó de sus amigos más radicales. De esas lides, Bernardo Ponce recuerda que, a pesar de que “los estudiantes le gastaban bromas —y ella les contestaba en el mismo o parecido lenguaje que empleaban aquellos—, su identificación con el medio estudiantil, con la ‘raza’ universitaria, era de una lealtad a toda prueba”.

No obstante, María vio con esperanza al cardenismo. Cortés Tamayo afirma que fue “clamor entusiasta cuando bajo los arcos y entre las columnas del alma mater, la Prepa Grande, la escuela única, resonó el grito libertario de Lázaro Cárdenas”.

En junio de 1934 asistió al Congreso de Mujeres Intelectuales contra la Prostitución que tuvo lugar en Mérida, en el que, según Andrew Grant Wood, junto al doctor Francisco Reyes y otros delegados, alentó a los mexicanos “a evitar a Agustín Lara por completo, ya sea en el escenario, en la radio, en el cine o en las revistas de entretenimiento”, ya que sus canciones contenían “un erotismo acentuado” que contribuía “a la continua explotación de las mujeres”.

Según Alfonso Taracena, al dar cuenta de la propuesta de María, “una señora Monterrubio sugirió que en ese caso debía invitarse, ‘como medida política y diplomática’, a Lara (a formar) parte de la Misión Permanente del Congreso Contra la Prostitución”, punto que no llegó a conclusión alguna pues restaría “toda seriedad al Congreso”.

Por su parte, la prensa tomó a broma la petición de María. El compositor “se defendió tranquilamente afirmando que nunca tuvo la intención de ofender a nadie, y mucho menos a las feministas”, y dijo que sus canciones “representaban sólo una humilde expresión de su forma de pensar y sentir”. Haciéndose eco de estos sentimientos, EL UNIVERSAL GRÁFICO publicó una columna titulada “Sociología cándida”, que proclamaba: “Si bien la misión (de las feministas) contra la prostitución es noble, su idea de censurar las canciones de Lara está equivocada. Seguramente el erotismo (de la música) de Lara no ha deshonrado a ninguna mujer. Además, las mujeres no se prostituyen simplemente por una canción”.

Hacia 1940, María inició una relación con el periodista Guillermo Ávila de Mendoza y tuvo un hijo, Guillermo Federico. Olvidada por sus antiguos camaradas, vivió “modestamente en su pequeño apartamento de las calles de Mina, al lado de su madre y de su hijito Guillermo, y trabaja en la Biblioteca del Instituto Politécnico Nacional, con el cargo de ‘Técnica en Bibliotecas’”.

El viernes 10 de junio de 1949, unos 500 miembros de la generación de 1929 se reunieron para conmemorar el vigésimo aniversario de la consecución de la autonomía universitaria. Aunque el recuerdo de María se preservó en las anécdotas de los comensales, su nombre no figuró entre los convidados.

Su nieto Rafael Ávila la evoca como “una persona seria, cariñosa, hermética, muy propia, muy de protocolo, muy austera”, ocupada en sacar adelante a su único hijo —que alcanzaría el grado de ingeniero del IPN—, reservada del pasado que le tocó vivir.

El 27 de febrero de 1987, víctima de un infarto, falleció la célebre María de los Ángeles Farías y Balleza a sus 75 años. Está enterrada en el Panteón de Dolores junto con su madre y su hermana.

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