En el periodo finisecular del siglo XIX, además de Victoriano, figuraron otros Huerta que, sin ser parientes del general de Colotlán, fueron relegados a pesar de que en su tiempo gozaron de fama y prestigio. Uno de ellos fue Ramón S. Huerta Solorio, hijo del militar Epitacio Huerta, gobernador liberal, quien fue llevado a Francia como prisionero, tras la derrota de Puebla de 1863, olvidado a su suerte por Juárez y Lerdo de Tejada, por lo que, a su regreso, se levantó en armas contra sus antiguos compañeros.
Contrario a su padre, Ramón llevaría una vida estable sin grandes conflictos. Nació el 8 de octubre de 1856 en Morelia y fue nombrado así en honor a su abuelo paterno. Como muchos jóvenes, abandonó su pueblo natal con la esperanza de encontrar un futuro mejor en la capital. Es probable que, dado que en esa época Epitacio se hallaba proscrito, empezara a anteponer su apellido materno al paterno.
En 1877, luego de acreditar que tenía conocimientos preparatorios, se inscribió en la Escuela Nacional de Medicina. En la biografía de Aureliano Urrutia, escrita por su nieta, se menciona que el programa de estudios duraba cinco años y se impartían, entre otras, Anatomía descriptiva, Histología, Farmacia elemental, Fisiología, Patología interna y externa, Clínica interna y externa, Medicina operatoria, Higiene, Meteorología y Análisis clínico.
En este entonces, los estudiantes, al parecer, tenían la obligación de servir en el Ejército como parte de sus prácticas. De esta manera, ingresó al Cuerpo Médico Militar como alumno meritorio, en febrero de 1880. En septiembre de 1883 presentó su examen general de Medicina y Obstetricia en el hospital San Andrés, el cual aprobó por unanimidad de votos.

Entre su sínodo se encontraba Rafael Lucio, quien fue médico de cabecera de Maximiliano y de Benito Juárez. El logro de Ramón fue reportado por algunos diarios, por ejemplo, "La Libertad" publicó: “Previo un lúcido examen fue aprobado en la Escuela de Medicina de esta capital para ejercer la ciencia que hizo célebre a Guillaume Dupuytren, el señor D. Ramón S. Huerta”. Ireneo Paz, además de felicitarlo, le deseó “numerosa clientela”.
La figura del médico comenzaba a ganar cada vez más popularidad por los abundantes “planos y proyectos que tenían como objetivo lograr una verdadera revolución sanitaria, debido a la creciente preocupación […] [por] la insalubridad reinante en todo el país”. Era tal su importancia que incluso se permitió a las mujeres ingresar a la academia, como fue el caso de Matilde Montoya, quien se recibiría posteriormente.
Regresando a su desempeño castrense, en febrero de 1884 se le dio el despacho de mayor a la par de que fue asignado al 24° batallón “mientras se le daba colocación en otro de los cuerpos del ejército”. Para marzo fue transferido al 9° batallón, donde sirvió hasta principios de 1885, cuando fue a Chilpancingo para encargarse del servicio sanitario.
Hacia 1886, el nuevo galeno ya figuraba en los sectores reconocidos de la sociedad. El 18 de agosto aparece junto a José Vicente Villada, futuro mandatario del Estado de México, entre los integrantes de la junta patriótica que organizó la fiesta cívica de Guadalupe Hidalgo. Después, formó parte del ayuntamiento de esa villa.
En 1888, se le dio la orden para marchar a San Cristóbal. Este trajín mermaría su salud, lo que lo obligó a regresar y mantenerse postrado los siguientes dos años, este infortunio puso en entredicho que Ramón pudiera cumplir su verdadero sueño, dedicarse de tiempo completo a la enseñanza de la medicina.






