Todas las encuestas en los Estados Unidos nos dicen que Bernie Sanders, un autoproclamado “Socialista Democrático”, es el puntero para ganar el nombramiento del partido Demócrata a la presidencia del país. Faltan unos meses para que concluya el proceso interno del partido para la candidatura, pero parece estar ganando inercia, no perdiéndola, en una contienda en que los otros candidatos, por bien preparados que sean para ser presidente del país, no están generando entusiasmo.

Ni el exvicepresidente respetado Joe Biden, ni el empresario exitoso y exalcalde de Nueva York Michael Bloomberg ni las senadoras experimentadas y elocuentes Amy Klobuchar y Elizabeth Warren, ni el alcalde joven y carismático de una ciudad pequeña Pete Buttigieg, parecen estar encontrando eco en el público con sus campañas. Mientras tanto, el senador Sanders sigue ganando adeptos, sobre todo entre los jóvenes, con una propuesta energética y muy diferente a lo normal en el seno de la política norteamericana.

En un país de ciudadanos que siempre han sido individualistas y escépticos de un gobierno fuerte y activo, Sanders propone crear un sistema público de salud y pagar las colegiaturas de los universitarios. Es un viraje del capitalismo estadounidense tradicional, que ha prendido entre los jóvenes del país, asediados de deuda y preocupados por su futuro económico.

Pero la pregunta que ronda al Partido Demócrata es sencilla, ¿puede Bernie Sanders, un socialista democrático, ganar la presidencia contra Donald Trump en noviembre?

Dicho de otra forma, ¿Sanders es Jeremy Corbyn, otro socialista demócrata, quien hundió al partido laborista en Inglaterra, o es Andrés Manuel López Obrador, un izquierdista que logró inspirar a una mayoría de votantes?

Hay evidencias que pueden apoyar cualquiera de las dos conclusiones. Para muchos independientes, demócratas moderados y republicanos adversos a Trump, Sanders es una amenaza a la estabilidad económica del país, y bajo ninguna circunstancia van a votar por él. Trump no es un presidente popular, pero puede que Sanders resulte ser menos popular si no logra cuajar los votos de en medio.

Pero en las encuestas, Sanders sale bien librado frente a Trump (a veces mejor que otros demócratas). Y aquí hay paralelismos no sólo con López Obrador, sino con Trump mismo. Hace cuatro años logró imponerse al Partido Republicano contra los deseos de los lideres del partido. Si bien perdió el apoyo de los votantes moderados afines al Partido Republicano, logró ganar la elección porque inspiró a una base diferente de ciudadanos que no siempre votaban, un grupo mayormente blanco, de zonas menos urbanas y de edad un poco mayor.

Es posible que Sanders puede hacer lo mismo pero al inverso. Pierde el voto moderado afín a su partido pero logra sacar en grande a una base diferente y nueva, más joven, mas urbana y más étnicamente diversa, grupos que no siempre votan en números iguales a su peso real en la población.

No sabemos, pero de ser así, habrá muchos votantes en medio —los moderados de los dos partidos y algunos independientes— que no saben a quien apoyar, pero también habrán muchos votantes en los extremos que salen a votar por Trump y Sanders, y se volverá una contienda entre dos populistas, uno de derecha y otro de izquierda.

Todavía faltan muchos votos a contar en las elecciones internas del Partido Demócrata —las contiendas estatales más importantes empiezan la semana que entra— pero en este momento es muy previsible una elección presidencial entre un republicano atípico, populista y poco ortodoxo en su conservadurismo, y un demócrata aún menos típico, socialista y a favor de una expansión gubernamental enorme. Si eso pasa, habrá que ver quién puede movilizar más a su base dura.



Presidente del Instituto de Políticas Migratorias

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